Jorge Quintana Silveyra.- Es un lugar común escuchar que los jóvenes son el futuro de nuestro país, estado o localidad, que ellos vendrán a relevar a los de las generaciones anteriores, con fuerza, empuje, dinamismo y decisión.
Este dicho lo hemos escuchado miles de veces y en cada ocasión que lo escuchamos, asentimos y concluimos que es cierto, que los jóvenes son el futuro.
Pero también lo escuché cuando fui joven y salvo algunas excepciones, los jóvenes siguen esperando turno y se vuelven viejos esperando a ser llamados, y si se atreven a tomar la iniciativa, les reprochamos su inexperiencia y juventud.
Nada más lejos de la realidad, los y las jóvenes no son el futuro, son el presente que nos grita, que nos demuestra cotidianamente, que juventud no es sinónimo de inexperiencia, sino vitalidad, consistencia y fortaleza para enfrentar cada día, mayores retos con entereza y solvencia.
Por eso es necesario que la experiencia sea soporte pero no se perpetúe en el protagonismo, porque mal hacemos al escatimarle a la juventud, que cada vez es más informada y coherente, un lugar de privilegio en las decisiones públicas, por muchas razones; la principal, el relevo generacional, que nos ha mostrado con creces, la validez de los jóvenes.
No estamos para seguir malgastando a nuestra juventud, son mayoría en la población y es justo reconocer que es su tiempo.
Para esto debemos prepararnos, para ceder espacios y entregarles la responsabilidad de ser quienes nos guíen, que si queremos que las cosas cambien, no lo vamos a lograr con las mismas recetas gastadas y que nos muestran su ineficacia.
Porque queremos mejores escenarios en el presente y en el futuro, porque anhelamos cambios en la sociedad, debemos dar paso a los y las jóvenes, ellos y ellas ya viven un mundo global y su visión es en este contexto; las generaciones anteriores, solo supimos de la globalización cuando ya la teníamos encima y hemos tratado de asumirla con sensatez, pero nuestra realidad nos hace evidente, que no hemos atinado a resolver la complejidad, que en los jóvenes es una constante y está inmersa en su modo de vivir.
Así pues, hoy es el tiempo de las nuevas generaciones, no el futuro, hoy, porque si no lo asumimos, estaremos pagando las consecuencias más temprano que tarde y los primeros en reprocharlo serán las nuevas generaciones, a quienes les debemos explicar porqué fallamos.
No alarguemos las decisiones, no retrasemos la rueda del tiempo. Que ésta no depende de nuestra voluntad, es la inercia de la evolución.
Hagamos de este propósito, una tarea cotidiana y agradezcamos que aún hay oportunidad de resolver el intrincado camino que nos espera.
Porque los jóvenes son el presente, no el futuro.