Alejandro Cortés González-Baez.- Ahora que estamos comenzando un nuevo año, y lo hacemos arrastrando un importante “handicap”, es decir, una gran desventaja, nos urge tomar la decisión de pensar más y mejor.
Hemos de reconocer que hay muchos temas en los que no somos capaces de hacer el cambio, pero otros, como influir en nuestros ambientes —y principalmente en nuestras familias— sí que podemos y debemos hacerlo.
Me permito introducir un paréntesis que me sirva como ejemplo para tratar el tema de la educación de los pequeños, por ello les comento que ayer comí una pera sumamente dulce, es más, exquisita. Pues bien, me gustó tánto que puse cuidado en sacarle las semillas; cosa que he de confesar que muy pocas veces hago. Después busqué en Youtube un tutorial para aprender cómo se pueden cultivar, pues tengo la ilusión de volver a disfrutar de ese sabor tan peculiar algún día.
Me sorprendió descubrir que, dentro de la sencillez que se requiere para sembrar, el hacerlo tiene su ciencia. No entraré aquí en los detalles de lo que vi, sino en que aquello me hizo pensar sobre una clara muestra de inmadurez que aparece en los infantes. Los niños quieren todo rápido, no saben esperar, y es aquí donde podemos aplicar el ejemplo que nos ofrece la naturaleza y que nos puede hacer un gran bien.
Primero brota una pequeñísima raíz en la semilla, después aparecerá el tallo, también muy pequeño, el cual irá creciendo hacia afuera de la tierra al tiempo que la raíz lo hace hacia adentro. El tallo se convertirá en tronco e irán apareciendo en él las ramas; en ellas las hojas y más tarde los frutos… ¡Y aquí está la magia de la educación! En enseñar a los hijos que todo requiere del tiempo y para ello nosotros necesitaremos de la paciencia. Para los adultos todo esto resulta obvio, pero no para los chicos.
¡Cuántas experiencias terribles conocemos de adultos que echan a perder todo por no haber madurado! Por no pensar, por no programar, por no estar dispuestos al sacrificio, por pensar que la vida es fácil, por vivir como los niños que todo lo reciben independientemente de lo que hagan, pues sus padres no supieron ponerles límites. Son aquellos que todo lo quieren pronto y fácil.
La mercadotecnia nos bombardea a diario con imágenes e historias de éxito, prometiéndonos que podremos ser ricos, fuertes y guapos en cuatro meses. Esa cultura de la inmediatez es falsa, y es en ese mundo donde vive una gran cantidad de niños y adolescentes, pues para acabarla de fastidiar sus padres prefieren dar antes que exigir. Muchos papás y mamás en la actualidad no soportan que sus hijos los molesten, y para ello les proporcionan aparatos con pantallas.
Vivimos en el planeta de las imágenes, muy lejos del mundo del esfuerzo, de la constancia y del ahorro y, con el paso del tiempo, las lágrimas que los papás les evitan a sus hijos tendrán que aparecer cuando sean unos adultos incapaces de afrontar las frustraciones… Por eso es tan importante pensar.