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Te amaré

Alejandro Cortés González-Báez.- En algún “meme” me llegó esta leyenda de Acción poética Colombia: “Eres guapa. No guapa de esas que tienes cerca y suspiras, sino guapa de aquellas otras que tienes lejos y te falta el aire”, y otro que reza así: “Díganme si hay algo más triste que irte cuando quieres quedarte. ¡Cuidado! Estamos en los peligrosos terrenos del amor. (Nota: No perdamos de vista que la amistad es un tipo de amor).

¡Ah! ¡Qué caro es el amor! No me refiero sólo al dinero, sino a todo lo que se requiere para mantener un amor durante muchos —todos— los años de nuestra vida, pues bien sabemos que a veces amar no es fácil; incluso, a las personas que más queremos: El cónyuge, los hijos, algunos amigos, etc.

El amor verdadero pesa mucho, por eso a veces resulta incómodo. Enamorarse puede ser algo espontáneo, es producto del sentimiento; puede nacer de una mirada, de un estar frente a una de esas personas que atraen por su físico, por su voz, por su modulación, por una acción que nos resulta mágica. Puede ser también una consecuencia del hambre de cariño que a veces nos acompaña, sobre todo cuando se encuentra con ese alguien que nos roba el corazón.

El amor de calidad es mucho más elaborado, más inteligente, más voluntario. Requiere sacrificio y —aunque parezca absurdo o contradictorio— también estudio, pues hay que pensar cómo, cuándo y dónde hablar, callar, hacer, perdonar, pedir perdón, confiar, escuchar, esperar…; en fin, es toda una ciencia muy complicada pues los seres humanos somos así.

Querer a alguien no es desear, como se desea un objeto. Las personas somos imperfectas y cambiantes, es decir complicadas. Es falso que todos los hombres somos iguales y que todas las mujeres también; cada individuo es único y nuestra naturaleza se transforma cada minuto para bien y para mal. Todos arrastramos una historia y un futuro con factores muy variados. Por eso no podemos prever cuál será la respuesta a nuestros estímulos. No somos máquinas que se puedan programar esperando un resultado preciso. ¿Cuántas veces habremos escuchado o dicho: Si, pero no?

El compromiso de “amarte y respetarte todos los días de mi vida” es de los más difíciles de cumplir, pues cada uno de esos días será distinto y, con el paso de los años, más todavía.

Amar significa entregarse, en parte o totalmente, dependiendo si es la amistad con un amigo, o el amor al esposo o esposa. Si alguien no está en condiciones de renunciar a sí mismo, no puede amar de verdad. En el matrimonio la entrega es totalmente seria, y requiere, por lo mismo, un alto grado de madurez, por eso hay tantos fracasos matrimoniales. La superficialidad que vemos por todas partes deteriora más todavía nuestra naturaleza haciéndola más frágil e inconstante.

No cabe duda que necesitamos poner mucha más atención en enseñarles a los pequeños a querer sirviendo, pues sólo así se puede formar a los futuros esposos y padres de familia. Esta ciencia es más importante que las matemáticas y el inglés.

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