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Sufragio: derecho, deber y oportunidad

Aída María Holguín Baeza.- En el contexto del llamado “súper año electoral”, en el que, según las estimaciones de la agencia AFP, casi la mitad de la población mundial está convocada a acudir a las urnas para ejercer su derecho a votar, resulta de carácter obligatorio reflexionar en torno a ese derecho.

Resulta obligatorio dado que, como ya se dijo -a principios de este año- en este espacio de análisis y reflexión, este 2024 se caracteriza por la importante e histórica cantidad de procesos electorales que han tenido o tendrán lugar a lo largo y ancho del territorio mundial y que, sin duda alguna, serán decisivos, no solo para las democracias de los países en proceso electoral, sino para el futuro de todas las democracias del mundo.

Entonces, cuando de democracias y de su futuro hablamos, el tema del derecho a votar adquiere especial relevancia y valor, puesto que, tal como lo advierte la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) el derecho a votar y a ser elegido en elecciones genuinas y periódicas está inextricablemente unido a otros derechos humanos, cuyo disfrute es decisivo para todo proceso electoral auténtico.

Siendo pues un derecho humano, en los países democráticos y con un Estado de derecho sólido -pero no necesariamente pleno- el voto también es un derecho político consagrado constitucionalmente para, de ese modo, promoverlo, protegerlo y garantizarlo.

El asunto es que, a medida que pasa el tiempo, cada vez son más las personas que piensan que no ejercer el derecho al voto y, por ende, a no participar en la toma de decisiones en asuntos públicos, es un derecho de igual o mayor rango, pero no es así.

Siendo el sufragio un derecho social y político, pero sobre todas las cosas un derecho humano inextricablemente unido a otros derechos humanos como, por ejemplo, el derecho a vivir libre de discriminación, el derecho a la libertad de expresión y opinión, el derecho a la libertad de asociación y reunión pacífica, y el derecho a la libertad de movimiento, el derecho al voto se constituye -por obvias razones- en un derecho irrenunciable y, por lo tanto, en un deber y en una oportunidad.

El sufragio es, pues, un deber ciudadano porque de ello depende el futuro de la sociedad de la cual formamos parte y es precisamente por eso que el sufragio también se constituye en una oportunidad; una oportunidad para ratificar o rectificar el rumbo.

Queda claro pues que, siendo este 2024 un año decisivo para el futuro de todas las democracias del mundo, incluyendo la de México, lo que procede es cumplir con el deber ciudadano y democrático de ejercer el derecho al voto. Solo así tendremos la oportunidad de rectificar el rumbo hacia el camino de un futuro mejor para todos.

A modo de reflexión sumativa y prospectiva, finalizo citando lo dicho por el abogado austriaco y funcionario de las Naciones Unidas, Volker Türk: Las elecciones de este año son una prueba definitiva para el espacio cívico y para una gobernanza efectiva. Los Estados y sociedades no pueden permitirse el no superar esta prueba.

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