Alejandro Cortés González-Báez.- Sí, pero no, pues los datos de los que hablas no están de acuerdo con la información que están manejando los expertos… Las estadísticas a nivel mundial sobre los contagios dicen…, pero esos datos cambian en cada país… Recibí un mensaje que afirma…, pues yo recibo ocho cada hora…
Me llegó un video donde hablan del cumplimiento de unas profecías del Antiguo Testamento… A mí, mi hermana que está muy metida en cosas de metafísica y de meditación trascendental, me comentó que les dijeron que un vidente dijo… Pues yo ya ando saturado…, lleno…, harto…, inquieto…, temeroso…
¿Verdad que antes no hubiéramos pensado que llegaríamos a padecer una situación como ésta… y además, confinados en nuestras propias casas? Ahora sí que podemos decir: “Paren el mundo; yo aquí me bajo”.
Hace dos horas recibí dos videos y una solicitud de una señora que me pedía que le diera mi opinión —como sacerdote— sobre lo que me envió. Después de haber dedicado unos minutos para ver de qué se trataba le respondí:
“No los vi completos. La doctora es exageradamente inteligente, pero no tengo la capacidad para saber si todo lo que dice sea cierto. Personalmente no me gustan los expositores tremendistas. Le quitan la paz a mucha gente. Contaminan la tranquilidad de las almas. Son tóxicos. Dudo mucho que entre los que los escuchan haya alguien que pudiera enfrentar los males que ellos exponen. No te recomiendo verlos, y mucho menos pasarlos a otros”.
No sé porqué, pero a pesar de que estamos acostumbrados a escuchar sobre accidentes y violencia extrema, la muerte ahora nos está quitando la paz. Quizás se deba a lo que dice Muriel Barbery en su curioso libro titulado: “La elegancia del erizo”: “Ante la muerte las fortalezas se hacen añicos”, pues esta señorita llamada “Pandemia” se puede hacer presente dentro de nuestras casas sin que la hayamos invitado.
Ahora mismo, prefiero irme a descansar leyendo un poema titulado “Esperanza” de Alexis Valdez, y que parece que se lo atribuyen indebidamente a Mario Benedetti.
“Cuando la tormenta pase y se amansen los caminos,
y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo,
con el corazón lloroso y el destino bendecido,
nos sentiremos dichosos tan solo por estar vivos”.
“Y le daremos un abrazo al primer desconocido
y alabaremos la suerte de conservar un amigo
y entonces recordaremos todo aquello que perdimos
y de una vez aprenderemos todo lo que no aprendimos”.
“Ya no tendremos envidia, pues todos habrán sufrido,
ya no tendremos desidia, seremos más compasivos,
valdrá más lo que es de todos, que lo jamás conseguido,
seremos más generosos y mucho más comprometidos”.
“Extrañaremos al viejo que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre y siempre estuvo a tu lado,
y quizá el viejo pobre, era tu dios disfrazado,
y todo será un milagro, y todo será un legado”.
“Cuando la tormenta pase, te pido Dios, apenado,
que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado”.