Jorge Quintana.- En el transcurso de nuestra vida nos encontraremos muchos tipos de personas, de gente que creemos cercana y que consideramos por su calidad humana, que debemos cuidar de ellas, de su amistad y sobre todo, a quienes debemos agradecer sus atenciones y preocupaciones por nosotros.
Pero la vida no es tan sencilla, ni las personas son como lo pensamos o como creemos que deben ser. Así que debemos estar ciertos que la lealtad y el agradecimiento vienen de la mano con la buena educación y la humildad, cualidades que no son comunes; al contrario, mientras más desarrollamos como género humano, más nos alejamos de ellas, sobre todo cuando el interés y la conveniencia nos dominan y olvidamos la esencia de la formación que recibimos en el hogar.
En la pobreza o en la necesidad económica, o en la falta de empleo, encontramos a alguien que nos tiende la mano y hace esfuerzos por nosotros, para mejorar nuestra situación y a su amparo y consejo vemos mejorar poco a poco la calidad de vida, y ya cuando logramos establecernos en la comodidad y el confort, el agradecimiento y la lealtad se quedan en el pasado.
Es de buena gente, agradecer siempre a quienes nos ayudaron y ayudan a hacer más llevadera la vida, a comprender que debemos apoyarnos mutuamente para cambiar el estado de cosas y proveernos de herramientas y habilidades para sortear en comunidad los desafíos de la vida.
Sin embargo, es más común el olvido que la gratitud, es más común la descalificación que el reconocimiento. Pero estas cualidades y defectos son parte del haber humano, del conjunto de valores con los que se nos dotan en la educación del hogar, no sabemos cuáles permanecen y cuáles se difuminan de la conciencia o del sistema de vida personal.
No olvidemos que todo se regresa a nuestra persona, y que aquello que olvidamos entregar, también se verá reflejado en el comportamiento de aquellos que algún momento creímos cercanos y consideramos en nuestros afectos personales.
Comprendamos que en la vida diaria nos vamos encontrando con diferentes seres humanos y que, por lo tanto, esta condición nos hace falibles, pero debemos tener la capacidad, por esta misma condición de corregir y hacer que nuestro comportamiento se modifique, para recapacitar y enmendar nuestros errores, en búsqueda de una vida tranquila y plena.
Aprendamos a agradecer de manera permanente, no solamente a decir gracias, sino a demostrar con hechos el agradecimiento y la lealtad para los demás; aprendamos a vivir sin rencores y con la certeza de que somos recíprocos en el amor y el perdón. Solamente así seremos seres un poco más felices.