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Ricardo Raphael y su reportaje sobre Segalmex

Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.-  Ricardo Raphael es un periodista que admiro y le escuché en un reportaje parte de lo que le cuento.

Combatir la corrupción tiene costos enormes para quienes se atreven a denunciarla. Tal vez, este ejemplo, nos ayude a entender por qué Maru Campos no hace nada por detener a Javier Corral, pero mantiene encerrado a Duarte.

Hace poco escuché (lo veo y escucho a diario) al Sr. Presidente decir que Ignacio Ovalle era una buena persona, que él respondía por su conducta. El comentario fue a raíz de que se destapó la enorme corrupción en Segalmex.

Resulta que Ignacio Ovalle metió dinero de la Institución a jugar en Bolsa, con los beneficios, cuando ganaba, a su persona y las pérdidas, que también ocurren, a cargo de la empresa. También se descubrió, entre muchas otras operaciones, la compra de cientos de toneladas de azúcar y sólo se recibió el diez por ciento del azúcar, pero se pagó la factura completa.

Esas dos felonías las encontró Óscar Navarro cuando Ovalle lo nombró Director General de Finanzas para sacar al corrupto que había colocado primero (Eso dicen que se le dijo).

Óscar Navarro no entendió que lo contrataban para pegarle al anterior en su puesto y no a quien lo estaba contratando; así que cometió el error de presentar ante la FGR dos denuncias contra quien resultara responsable, pero resultó que era Ovalle y el presidente había dicho: yo respondo por él.

La historia se acorta porque ahora Óscar Navarro duerme en la cárcel del altiplano, mientras Ignacio Ovalle despacha en Gobernación y su antecesor pasea libremente. Nada fácil tratar de ayudarle al presidente.

¿Usted haría lo que hizo Oscar Navarro? Recordemos que ese fraude está por alcanzar los 20 mil millones de pesos; tres veces la Estafa Maestra, sólo para dimensionar con la comparación.

Corral tiene señalamientos de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) y de la Auditoría Superior del Estado (ASE) por más de seis mil millones, pero como se arrodilló ante el jefe, nadie procede contra él por el miedo que da meterse con el mero mero.