Inicio Perspectiva Quien se exalta será humillado; quien se humille será exaltado

Quien se exalta será humillado; quien se humille será exaltado

Antonio Fernández.- San Agustín instruye y persuade a las almas a penetrar en el amor de Dios: “Pues el Señor es excelso y dirige su mirada a las cosas humildes”. Bueno sería convertir su instrucción en divisa de salvación y tenerla presente en nuestro paso por la vida. Continúa el Obispo de Hipona: “La fe no es propia de los orgullosos, sino de los humildes”.

Al reflexionar de los actos de nuestra vida las ocasiones en que nos pavoneamos por los favores que hemos hecho al prójimo cuando éste se acercó a pedirlo, lo malo de estos favores es que algunas personas no son limpias, porque no evitan el cosquilleo de la lengua para manifestar el favor hecho y sobre todo echar en cara la ayuda concedida.

El auxilio que dio a quien acudiendo a él como su “Benefactor” en buena disposición le confesó su problema, creyendo que por ayudarlo guardaría discreción como el que hace el bien sin mirar, atesora en el libro de la vida bienes de salvación.

Pero en el “Yo” la intención oculta del “Benefactor” es esperar la oportunidad de obrar con el propósito de ser mirado como sostenedor del “beneficiado”, al que exhibirá su ostentación el favor que concedió lanzará receloso la crítica acerva.

Y cuando llegue el momento en que el prójimo “beneficiado” conozca la crítica del “Benefactor”, se molestará disgustado y enfadado pone distancia y se despierta la pasión de la venganza.

Así, lo que en principio pintó como obra buena, pierde por la arrogancia de dar a saber el mérito ganado que en principio se hizo con la buena intención surgida del corazón cayó por un perverso acto de soberbia maligna, trastocando la buena intención en maldad.

Entonces se rompe la discreción del apoyo otorgado y la reacción del “Yo” en el “benefactor” lo llevó al error de justificar lo injustificable porque prevaleció más la intención de humillar al prójimo y exaltar su persona a una actitud grave que el profeta Isaías refiere: “Uno de los Serafines tenía en su mano una brasa ardiente. Con ella tocó mi boca y dijo: Mira, esto ha tocado tus labios.”

Así fue purificado el profeta Isaías para que de sus labios limpios anunciara a Israel la venida del Redentor, es lo que sería bien hacer el indiscreto y orgulloso “benefactor” purificar su boca.

La acción de humillar es obvia. El “Benefactor” logró satisfacer su “Ego” y el afectado lo exhibió, dejando en evidencia a quien dio el favor porque se cree “reconocido mecenas” ante los demás, no sabiendo lo que realmente piensan de él en su corazón.

Cuando algún comentario, error o discrepancia del “beneficiado” con el “benefactor” fue porque dijo algo del primero o porque le contradijo, ahí inició el problema y desgraciadamente la mayoría de personas que tienen poder económico, político o de autoridad creen que por ese hecho poseen toda la sabiduría y toda la sapiencia, cultura y saber para legislar cosas incongruentes que a su capricho sus mentiras serán verdad.

Al contradecir el error que afirma es cierto saltó el “ego” del resentimiento en el “benefactor” que lo amargó, ahora su actitud malévola es ir contra el “Beneficiado”. ¿Quién eres tú para contradecirme? La ostentación y la soberbia juntas son malignas en la persona que lo hace perverso, el ostentoso se siente un cisne blanco, al que una gotita de lodo lo molesta porque se ha manchado.

Aquí veamos la miseria humana, al ostentoso no le preocupa tener el interior de su alma manchada y adheridas las asperezas de males pasados y presentes, prefiere convertirse en una lengua suelta excitada porque se conozca: “¡Yo le ayudé!” “Si no es por mí le iría más mal de lo mal que esta!”

¿Quién lo puede ayudar mejor que yo? ¡Las enfermedades que ha tenido en nada se comparan con las mías que son molestas, las suyas son nada! Como diciendo: ¡Solo Yo tengo derecho a quejarme! Se podrán decir tantas cosas, pero todas tienen una intención que revisándola a fondo es mala.

Por eso el indiscreto como el ostentoso son engañadores del “Beneficiado”, mas llegará el momento tarde que temprano al final de la vida estar ante Dios Nuestro Señor a rendir cuentas de las malas intenciones como de las actitudes, no de la ayuda que dio sino del comentario áspero por el que se glorificó injustamente en lo que es regla de salvación: hacer el bien sin mirar a quien.

Dios da infinidad de favores. ¿Y cómo le respondemos? Pecando más. La realidad de nuestros actos no tiene respuesta porque es cierto. ¿Y cuántos pecados cometemos? Uno solo basta para ofenderle.

Imaginemos los cometidos en el día, una ofensa en masa de pecados que ofenden a Dios y al prójimo. ¿Qué nos da a cambio de ofenderlo? Más ayuda, más amor paternal, siendo más misericordioso porque nos ve perdidos. ¿Sentimos el aumento de su bondad? ¿Lo escuchamos? No hay respuesta, hay silencio.

hefelira@yahoo.com