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Practicar la solidaridad y recordar lo colectivo

Soc. Omar Jesús Gómez Graterol.- El neoliberalismo es una doctrina económica y filosófica cuyo auge se acentuó en las últimas décadas del siglo XX. Prioriza lo individual sobre lo colectivo, fundamentando su accionar en la reducción del Estado y su intervención en la economía, el libre mercado, el recorte del gasto público y el fomento de las privatizaciones. Sus tesis no se han limitado a las finanzas, sino que han transversalizado otros ámbitos del comportamiento social.

En tal sentido, consciente o inconscientemente, ha configurado en los ciudadanos formas de interactuar con la realidad de aquellos países donde sus recetas se han aplicado. En este orden de ideas, expresiones como: “la medida de la inteligencia es la capacidad de cada quien de hacerse feliz a sí mismo”, “todo, absolutamente todo, obedece a lo que pienso”, “lo que me sucede depende plenamente de mi”; reflejan dicha corriente de razonamiento bajo ópticas, no tan acertadas, de “verdad” ante la existencia.

Incluso pareciese pensarse en una especie de competencia por los recursos disponibles, en la cual participa toda la humanidad, donde lo justo es que los “exitosos” gocen de las mieles de su esfuerzo en tanto que los “fracasados” acepten su destino por no ser capaces de generar condiciones favorables para sí mismos o para sus seres queridos. Lo anterior, presuponiendo que todos cuentan con las mismas oportunidades para salir triunfantes. Igualmente, subyace la creencia de que es natural que haya ganadores y perdedores, por lo cual se hace admisible que las riquezas se concentren en manos de la minoría mientras que el grueso de los habitantes del planeta se disputa migajas de los capitales que han contribuido a producir.

Desde esta perspectiva, es complicado concebir escenarios de bienestar general donde los humanos logren algún provecho del vivir en asociación. Las respuestas que se fomentan a los desafíos diarios tienden a concretarse en actitudes de “sálvese el que pueda” y no en un “si cooperamos con los demás aumentarán las probabilidades de resultados positivos” frente a cualquier reto.

Tal vez no nos agrade admitir que fuera de nuestro espacio existen otros, pero, nos guste o no, están allí. La vida exige interrelación y la práctica de la solidaridad. Quizás pudo haber épocas en la cuales el aislarse funcionaba, pero, en un contexto donde los beneficios comienzan a ser más escasos, las poblaciones más numerosas, además de que la orientación es a contender por casi todo, ya no es posible este proceder.

Si bien, en la cotidianidad, con frecuencia tenemos la disyuntiva de elegir entre los intereses propios con respecto a los del prójimo y a la inversa, se trata de posturas que deben ser fluidas. Implican el saber optar por la alternativa que no nos dañe, pero que tampoco perjudique a otros, apostando siempre por lo mejor para la totalidad de las personas. De hecho, en la coyuntura mundial actual se están dando una serie de amenazas (la paz internacional, la inmigración, el acceso a los servicios básicos, la alimentación, la carencia de agua potable, la inseguridad, entre muchos más) que difícilmente podremos sortear de manera unilateral o particular. Las contrariedades expuestas afectan a infinidad de grupos, solo basta observar lo que está sucediendo en Latinoamérica, Europa y Asia.

Por lo señalado, aquellas iniciativas gubernamentales y no gubernamentales que no impliquen soluciones más allá del yo, o el nosotros, hemos de recibirlas con cierta dosis de desconfianza. Ya no podemos seguir fragmentándonos como sociedad intentando alejarnos de los problemas que no “nos conciernen” y dañan “a terceros”. Tengamos conocimiento de que, si no actuamos para ayudar a modificarlos o corregirlos, tarde o temprano, nos alcanzarán.

En definitiva, por recompensa, por motivaciones egoístas, por consideraciones altruistas y/o filantrópicas, lo conveniente ahora es dejar de desunirnos y promover prácticas que, directa o indirectamente, redunden en la prosperidad de mayor cantidad de gente. De lo contrario, los privilegios que obtengamos no serán redituables o sostenibles en el tiempo y terminaremos perdiéndolos por exceso de egocentrismo.