Inicio Cultura Pil, artista mexicana (Parte II): El arte al servicio de la Psiquiatría

Pil, artista mexicana (Parte II): El arte al servicio de la Psiquiatría

Irene Garcés Medrano (Especial para Juárez Hoy).- Mientras con parsimonia Italia viste el traje de la normalidad después de las drásticas medidas adoptadas meses atrás para contrarrestar el Covid-19, presentamos la segunda parte de nuestra conversación con Concepción García Sánchez “Pil”, pintora mexicana, radicada en Italia desde 1992 y residente en Venecia desde hace 26 años.

IG: ¿Desencantada de la Academia de Arte de Venecia?

CG: La academia no tenía el nivel que me esperaba, pero fue una ocasión para conocer la realidad de las galerías, las exposiciones, los concursos y toda la dinámica en torno al mundo del arte. Me di cuenta de que el arte se queda solo en el ámbito de las galerías y la comercialización de las obras. Durante mis estudios en la Academia tuve posibilidad de participar en el Proyecto Erasmus, en Manchester, esa experiencia en otra institución artística fue edificante. Allí la educación era menos rígida, más libre con respecto a la Escuela de Venecia.

IG: ¿Después del viaje al estado de Chiapas, volvió el entusiasmo?

CG: Durante el periodo de estudios en la Academia de Venecia, tuve siempre la sensación de que la función social del arte se quedaba relegada. Me interesaba el arte, pero desde una perspectiva social. Viajé a Chiapas después de la masacre de Acteal, cuando en 1997 un grupo paramilitar asesinó a 45 indígenas en una iglesia. Con la comunidad zapatista pinté varios murales, puse a pintar a toda la gente de la comunidad, sobre todo a niños y adolescentes. Fue interesante ver cómo las comunidades vivían la pintura de modo natural, con mucha fluidez, con facilidad. Esta experiencia, me permitió ver la potencialidad y posibilidad de trabajar socialmente con el arte.

IG: En Chiapas realizó el cuadro de una niña con un bebé en brazos. ¿Qué la inspiró?

CG: A cada lado de la base del asta bandera le di un tema y los niños empezaron a pintar. Recuerdo que llegaban cantidad de niños, al punto que agotaron la superficie del asta bandera y continuaron en el piso. Justo en ese momento, llegó una niña, con su hermanito bebé en los brazos. Me impactó verla tan pequeña, tendría cinco o seis años, con la responsabilidad de cuidar a otro menor, pero con el deseo de pintar y obviamente de ser niña. De allí nació “Zem tzotzil zapatista bontik”

IG: Hábleme de la Arteterapia- ¿Qué es?

CG: Hice un curso propedéutico en la Escuela de Arteterapia de Barcelona, ISPE. En pocos días pude experimentar varios lenguajes artísticos y la sensación de haberlo vivido me enriqueció, me sentía como fluyendo en todas las posibilidades que un ser humano puede tener, porque ellos proponían no solo el lenguaje pictórico sino que incluían poesía, danza y varias disciplinas artísticas. Me pareció enriquecedor ese tipo de experiencia porque la viví directamente. Sin embargo, en mi momento familiar y personal, no podía alejarme demasiado de Venecia. Entonces, me inscribí en la escuela de Arteterapia ARTEA con sede en Milán. Me permitió dos cosas. Primero, ver cómo el arte parte desde adentro de la persona, desde su inconsciente individual y colectivo. Y segundo, comprender cómo a través del lenguaje del Arte se pueden plasmar imágenes, puede salir cualquier cosa de la mente.

IG: ¿Su formación en la academia de artes plásticas fue una ventaja?

CG: En parte me ayudó para utilizar las diferentes técnicas. Lo que sí tuve que superar fue el modo académico que me venía cargando respecto a la creación. Con la Escuela de Arteterapia percibí que las técnicas servían para expresar, crear pero sobre todo para experimentar. Porque a la experimentación no se da mucha importancia, sino al resultado final, pero la experimentación es importantísima porque es allí donde se pone en juego a uno mismo en el proceso de creación. De hecho fue un aspecto que me costó mucho trabajo al comienzo elaborar, pero cuando lo asimilé me encantó.

IG: ¿Hoy vive de Arteterapia?

CG: Después de graduarme en la escuela de Arteterapia me dediqué a organizar talleres, pero no es como hacer una sesión de yoga, donde es suficiente llevarte un tapetito y listo. Con la Arteterapia necesitas diferentes materiales. No fue muy conveniente a nivel económico, pues como decimos en México, a veces me salía ‘más caro el caldo que las albóndigas’, pero sirvió para darme a conocer. Después me llamaron del Centro de Ancianos con Alzheimer, también realicé talleres con los refugiados, con grupos de mujeres, con adolescentes, con niños.  Ya llevo cuatro años trabajando en psiquiatría y me encanta.

IG: ¿El arte al servicio de la psiquiatría o viceversa?

CG: Sobre todo fue tremendamente formativo ver cómo se trabaja en el hospital y las causas del sufrimiento. Cuando llegas a psiquiatría, una de las causas puede ser que has sufrido demasiado y tu mente, tu razón ya no alcanza a justificar todo lo que te está pasando, entonces caes en problemas psicológicos profundos. Otras veces, el sufrimiento a causa de la enfermedad mental.

IG: ¿Complicado lograr la atención de quien afronta realidades dolorosas?

CG: Pues, más allá del malestar, en mis talleres traté de proponer el arte como si fuera alimento para el alma. Ha sido enriquecedor ver cómo algunas personas que podrían caer en ‘el hoyo negro’ una vez que logran agarrar un lápiz y hacen una línea, ves el esfuerzo en el gesto mínimo; esas, para mí, son obras profundas. No sé cómo decirlo, más allá del concepto del arte, claramente no es una obra pictórica de un gran artista pero en este contexto ver ese tipo de cosas, a veces me decía ¡guao! gracias por el esfuerzo que hiciste porque dada la situación, era clara la tenacidad.

IG: ¿Más que como artista la Arteterapia la pone en juego como ser humano?

CG: La verdad, es que a través de la Arteterapia aprendí mucho porque ves que la capacidad creativa del ser humano va más allá de los prejuicios, va más allá de un concepto estrecho del  arte; el miedo a enfrentar una creación y equivocarte, enfrentar ese miedo, procesarlo hasta superarlo y llegar a crear algo que te hace feliz, eso para mí era maravilloso. O explorar las ideas más absurdas; sí, en un cierto sentido es ponerse en juego. Me viene en mente el último trabajo que uno de mis pacientes hizo, un paisaje planetario, donde crecían cabezas en uno de los planetas. Tú ves esta cabeza que sale primero con la forma de una papa y luego se va desarrollando hasta volverse una cabeza humana. O quien está más ligado a la geometría, o quien al arte abstracto, y aun en esa abstracción logras sacar algo de ti, de tu panza, de tu creación misma. Cada uno de mis pacientes me dejó una riqueza muy profunda a nivel personal, espiritual porqué… -Mientras describe lo esencial de la Arteterapia la emoción le ahoga las palabras a esta artista mexicana, luego de un sollozo liberatorio prosigue- me doy cuenta que se entregaban. Perdona, me emocioné al pensarlos, los extraño también porque durante estos 4 años trabajando con ellos se estableció una relación de confianza. El aspecto humano, ligado a la creación y al arte fue extraordinario.

IG: ¿Al final los trabajos son expuestos al público?

CG: Sí. Hemos hecho cuatro exposiciones, dos de ellas el año pasado en la Isla de Giudeca, en el Festival de las Artes que se hace en septiembre y otra al interior del Centro Diurno. Para todos fue un evento histórico porque eran años que no se organizaba nada. Fue sorprendente ver cómo participaron hasta en la preparación de la sala, hicieron de todo con esfuerzo y voluntad por ser partícipes de un grupo. ¡Fue chingón!

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