Daniel Valles.- ¿Cuántos son? ¿Cuántos van? Se habla de estos asesinatos como si se tratara de una cantidad de canicas o de cualquier otra cosa sin un valor superior. Periodistas y activistas no somos “cosas”, somos seres vivos, estamos hechos de materia y no formamos una “cosa”. Las asociaciones de periodistas o activistas civiles, sí son cosas, pero quienes las conformamos, no somos cosas.
Se trata de personas que han sido asesinadas y que ejercían una labor, sea informativa o de defensa de algo que consideraban una arbitrariedad, por lo regular del gobierno en turno. Local, estatal o federal.
Se trata de personas que tenían familia, esposa, esposo, hijos, hermanos. Alguien como todos nosotros. Así y a pesar de ello, se habla de la desaparición de las personas muy a la ligera, como si no se tratara de personas, sino de cosas. La Secretaría de Gobernación informó el pasado lunes 12 que 68 activistas y 43 periodistas mexicanos han sido asesinados desde diciembre de 2018 (El Financiero).
No es necesario aclarar que un activista es una persona en defensa de los derechos humanos de otras personas, principalmente. Y que los periodistas dan cuenta de estos sucesos y muchos otros acontecimientos.
Las cifras son crudas. Las cifras engañan la percepción de la opinión pública. No es igual decir 68 activistas y 43 periodistas, a citar los nombres de todas y cada una de esas personas. No sería adecuado. Entiendo bien que así se deba de manejar para dar a conocer la información. Sin el detalle de los nombres.
Lo que es difícil de aceptar es que se discrepe tanto por el número total de víctimas o que, como hizo recientemente el presidente de México, no se reconozca el dato que su propia administración da a conocer, cuando ha sido confrontado con esa misma información por un periodista.
El motivo ha sido el tema a comentar esta semana que termina por el enfrentamiento que el presidente tuvo con un periodista mexicano que vive en EU y que se presentó a su perorata de todos los días a cuestionarle, con los datos duros que el gobierno federal da a conocer en su sitio de Internet y aun así, ni los aceptó, ni los lamentó y dijo que él tenía otros datos, mismos que nunca mostró y agregó que vamos muy bien.
Desmiente a su administración y no acepta lo que se le muestra. Cuando su misma administración se encarga de proporcionar esos datos que se empeña en ignorar.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, que asumió el cargo el 1 de diciembre de 2018, había prometido proteger a los periodistas La oposición se ha cuestionado si el gobierno está haciendo lo suficiente.
La Secretaría de Gobernación informó ese mismo lunes que más de mil 478 activistas y periodistas han recibido protección por parte del gobierno; sin embargo, nueve de los asesinados estaban en ese programa de protección, de acuerdo a la nota de El Financiero del martes 13 de julio.
Entiendo que es imposible evitar una acción en contra de un periodista o de un activista. Sin embargo, el gobierno se compromete a tratar de evitar que tal cosa suceda.
El no reconocer que esto puede llegar a ser inevitable y que los esfuerzos que puedan llegar a hacer son a veces infructuosos, así como la ligereza para tratar el hecho mediante el manejo frío de las cifras de víctimas, es lo que molesta porque puede ser catalogado como un acto de corrupción.
De igual forma sucede con los números y cifras de otras víctimas, como los de las víctimas del Covid-19. Son tal vez los más comentados en el país. Se tiene la cifra oficial de muertos y contagiados. 235 mil 740 muertos y 2 millones 629 mil 648 contagiados. Luego está la extraoficial, la que se dice, se rumora y se comenta en el mundo que es más del doble de la oficial.
Hace un año, los números de la pandemia se comentaban hasta con cierto terror. Hoy, ya ha pasado el sentir y se lee o se comenta como si se tratara de cosas, de números. Como si fuere el resultado de un partido entre el América y los Bravos. Y esto no debe de ser así, hablamos de vidas humanas, de personas.
Las cosas, cuando se pierden, nos preocupan. Sobre todo, si se trata de dinero, del celular. Muchas veces al extremo de echar a perder la vida propia y la de los demás. Son solamente cosas materiales sin vida propia. Las que sí tienen vida son las que verdaderamente importan. Son las que hemos de cuidar y atender.
Y en cuanto a estas víctimas de la violencia y fallecidos por Covid, al referirnos a las cifras, siempre ha de ser con conciencia de que se trata de personas que dejan una historia, que tienen un nombre propio, el que es recordado y llorado por las familias de casa persona. No son canicas, no son piedras.
Una piedra puede ser partida en dos partes y tenemos dos piedras, dos cosas. Una persona que es partida en dos, se pierde para siempre. Una cosa es una cosa y otra cosa es la materia. Un elemento. Las personas estamos formadas de elementos que nos dan vida. Las cosas no.
El no reconocer ni aceptar un dato en un debate es una cosa. El hacerlo poniendo esa cosa o los intereses personales para no verse mal ante la opinión pública, es deleznable, pues las personas quedan reducidas en su esencia. Que es su vida.
Además, quien en este caso lo hace, echa a perder la imagen de querer aliviar el dolor humano y promueve la de un político convenenciero e interesado. Lo demás, lo político, lo ideológico y hasta la dádiva recibida, es otra cosa, pero en lo insensible e irrespetuoso, lo intransigente, denotan el grado de corrupción interna que habita en la persona, no en las cosas.
(*) Daniel Valles es el Comisionado Internacional Anticorrupción de la OMPP