Jaime Sierra Delgadillo.- El tema del día a día en el mundo es la estela de daños que viene causando el coronavirus y no es para menos, por la cantidad de muertes que viene causando que según la Organización Mundial de la Salud –OMS– se aproxima al lamentable número de 6 millones de fallecidos. Desde hace dos años es la noticia principal en todos los medios de comunicación, propiciando y consolidando para bien o para mal, el pánico en toda la humanidad. Se acabaron los saludos efusivos, los abrazos fraternos y el respirar libremente.
Pero llama poderosamente la atención que ni los gobiernos del mundo, ni la ONU, ni la OMS, ni los medios de comunicación, hayan pegado el grito en el cielo y ponerlo en la agenda principal de todas las acciones por la humanidad, el espantoso número de muertes que día a día se producen por causa del hambre. ¿Será porque esa causa de muerte no se contagia? ¿Será porque allí no hay mercado para las grandes farmacéuticas? Por lo que sea, pero la cifra de muertes por hambre es asombrosa. Se trata de millones de personas que mueren por esta causa en pleno Siglo XXI, pero esto no es titular en los medios.
Según la UNICEF anualmente en promedio mueren 2.8 millones de niños por hambre; la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por las siglas en inglés) 690 millones de personas padecen hambre en el mundo, es decir, el 8.9% de la población mundial.
Otras agencias de la ONU informan que cada día mueren 24 mil personas por hambre, es decir, el hambre mata al 16% de las 150 mil personas que mueren diariamente.
Estas cifras son escalofriantes, están con creces por encima del promedio de víctimas que ha dejado el dañino virus y pese a ello, jamás ha sido el tema principal en las agendas de los poderes del mundo. Esta debe ser la oportunidad para que, así como se ha enfrentado al Covid, se enfrente el virus del hambre.