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Nadie puede salvarse solo

Para reconstruir la paz no puede haber ciudadanos de segunda

Juan Carlos Loera de la Rosa.- Como lo ha dicho varias veces el presidente Andrés Manuel López Obrador, una de las prioridades que tiene la Cuarta Transformación es la reconstrucción del tejido social. Y para lograrlo es necesario que participemos todas las instancias: Gobierno, universidades, iglesia, empresariado, sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil.

Por eso valoro el VIII Diplomado Internacional de Doctrina Social de la Iglesia “Construcción de Paz Social”, que fue inaugurado esta semana y que tiene como objetivo presentar, analizar y profundizar los desafíos, las condiciones y los caminos para construir y educar en la paz, a nivel personal y comunitario, a partir de la doctrina social, con énfasis en el magisterio del Papa Francisco.

La organización de este diplomado está a cargo de la Academia Internacional de Líderes Católicos, la Federación Internacional de Universidades Católicas, la Organización de Universidades Católicas de América Latina, la Universidad La Salle de Chihuahua, la Conferencia del Episcopado Mexicano y la Unión Social de Empresarios Mexicanos.

Agradezco la confianza que me dio César Yáñez Centeno, subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación Federal de México, para participar en su representación.

Entre las acciones que realiza esta subsecretaría está precisamente la reconstrucción del tejido social. Un ejemplo es la conformación de los Consejos de Paz que se llevaron a cabo este año en Michoacán, donde la participación de líderes religiosos fue muy importante.

Aunque el Gobierno de la Cuarta Transformación ha avanzado en el combate a la desigualdad, todavía enfrentamos muchos problemas que podemos resolver reconstruyendo el tejido social y solo lo lograremos con la participación de todos los sectores de la sociedad.

Problemas graves, como la pobreza, las adicciones a las drogas, la deserción escolar y la violencia familiar, entre muchos otros, son resultado de las políticas públicas erróneas que mantuvieron durante décadas Gobiernos de derecha interesados solamente en mantener el poder, por encima del bienestar del pueblo.

Pero hagamos un análisis de datos, querido lector: Según la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones, casi 168 mil personas demandaron tratamiento por consumo de sustancias psicoactivas en la Red Nacional de Atención a las Adicciones durante 2022.

Las personas usuarias de sustancias psicoactivas que demandaron tratamiento tuvieron una edad promedio de 29 años. El 83.7 por ciento fueron hombres y 16.3 por ciento mujeres.

Ciudad Juárez, junto con Mexicali, Tijuana y San Luis Río Colorado, están entre los principales focos de consumo a nivel nacional.

Los datos que encontró el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en la encuesta que hizo en 2020 para medir el impacto del Covid-19 en la educación, dieron como resultado que 740 mil estudiantes de entre 3 y 29 años desertaron en ese ciclo escolar, ya sea por alguna razón asociada con la pandemia o por falta de recursos.

La problemática de la violencia familiar es igual de grave que la deserción escolar y las adicciones a las drogas. Las últimas cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indican que cerca de 146 mil mujeres denunciaron violencia familiar entre enero y junio del presente año en el país, un promedio de 24 mil casos mensuales.

Chihuahua ocupa el sexto lugar con 6,933 denuncias en los primeros seis meses de 2023, un promedio mensual de 1,155 casos mensuales.

El Gobierno de la Cuarta Transformación tiene particular interés en atender estas problemáticas y una de las acciones que realiza es la reconstrucción del tejido social.

Como lo ha dicho varias veces el presidente López Obrador, es conveniente recordar las dos palabras clave que dejó el Papa Francisco en su visita que hizo a Chihuahua hace siete años: Diálogo y Encuentro.

El diplomado “Construcción de Paz Social”, que fue inaugurado esta semana, se realiza a 60 años de la encíclica “Paz en la Tierra” que escribió el Papa Juan XXIII cuando ocurrió la amenaza de una guerra nuclear en 1962 por la llamada “Crisis de Misiles en Cuba”.

Hoy no estamos exentos de guerras en el mundo, de ahí la urgencia de rescatar las afirmaciones de esa encíclica:

Una: La paz solo es posible a la luz de cuatro bienes fundamentales: La verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad

Dos: Construir la paz significa respetar a la persona humana, especialmente a los más pobres y a los que más sufren. Para construir la paz no puede ni debe haber ciudadanos de segunda clase, todas las personas somos iguales, especialmente las que han sido excluidas están llamadas a ser protagonistas del desarrollo.

Tres: Los caminos de paz son caminos de solidaridad porque nadie puede salvarse solo. El Papa Francisco, con quien el presidente López Obrador ha tenido profundas coincidencias, decía hace meses en su discurso anual en el Vaticano, que las crisis que sucedieron en los últimos años han puesto en evidencia los límites de un sistema económico que tiende a crear más beneficios para unos pocos, que posibilidades de bienestar para muchos. Ha generado empresas más frágiles y mercados de trabajo injustos.

Por eso es necesario dar prioridad a la empresa y al trabajo, combatiendo toda forma de explotación que termina tratando a la clase trabajadora peor que mercancía.

El Gobierno de México coincide con la postura del Papa Francisco, por eso ha mantenido una política que se rige bajo el principio de que la paz es el fruto de la justicia y esa justicia no se puede alcanzar si no fortalecemos las relaciones entre las personas, que permitan la reconstrucción del tejido social que ha sido fragmentado de muchas maneras, sobre todo por la complicidad que existía entre el poder político y el poder económico.

Valoro mucho el esfuerzo de las instituciones que organizan el diplomado “Construcción de Paz Social” porque contribuye a dialogar y a reflexionar sobre temas como la reconciliación, la geopolítica de la paz, el encuentro, la violencia, la atención a víctimas y la reconstrucción del tejido social.

Tenemos el ejemplo de Colombia y Guatemala, donde los procesos de reconciliación y construcción de la paz ayudaron a disminuir la violencia.

La paz surge como resultado de esfuerzos genuinos que permiten la escucha, la capacidad de aceptar la posición de otros y nos sensibiliza ante el dolor ajeno.

Esta paz no se recupera, ni se reconstruye fácilmente. Como afirman expertos en mediación de conflictos, es necesario ayudar a la sociedad a imaginarse la paz. Porque para poder crear la paz, hay que imaginarla.

Para lograr la paz se requiere la participación de muchos liderazgos, tanto políticos y académicos, como religiosos y sociales.

También es necesaria la participación de las bases que llevan a cabo acciones de manera vinculada con el bien común porque el país requiere tener cohesión social.

Felicito a los organizadores del diplomado por abrir espacios de reflexión, de vinculación y de encuentro en el país.

Como lo dijo el Papa Francisco cuando vino a Chihuahua: Necesitamos que México sea un país donde no haya necesidad de migrar para soñar, donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar, donde la pobreza de muchos no sea el oportunismo de unos pocos, donde la tierra no tenga que llorar a hombres y mujeres.