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Mentiras y promesas

Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- El júbilo de la esperanza llegó al clímax en la toma de protesta. El candidato juraba frente a todo el país que respetaría y haría respetar la Constitución. ¡Patrañas!, diría cualquier sabio adulto mayor. Era la culminación de una campaña para echar fuera a los partidos y sus políticos corruptos, como un sepelio del sistema, pero las promesas salieron como las que el escorpión hizo a la rana.

El nuevo inquilino, ahora, como Juárez en su tiempo, del Palacio Nacional, no cumplió las promesas que motivaron a la gente para votar por él. Ganó su naturaleza, igual que con la rana. Iniciemos con unas pocas, porque todas, es imposible en este espacio. Tal vez alguien haga un libro. Empecemos:

Prometió que la CFE y PEMEX serían rentables y les dio recursos, pero las pérdidas son mayores. Eso sí, para ayudarlas, fue implacable al ordenar el cierre de empresas que producían energía limpia. Ahora, son la causa del diferendo con EU y Canadá, porque incumplir el T-MEC lo lleva al arbitraje que será oneroso para el país; hoy, la cuenta de daños y perjuicios supera 40 mil millones de dólares. Y pagaremos, sin duda.

Prometió un sistema de salud como el de Canadá o los países nórdicos; hoy ese sistema no existe y el que había colapsó, no hay medicinas. Miles de niños mueren por falta de quimios y retrovirales para el cáncer.

El INSABI fracasó y la responsabilidad de la salud la transfirió al IMSS Bienestar, a sabiendas de la incapacidad de atender a la población, incluso se ha llegado al extremo de no aplicar vacunas en las escuelas y centros de salud, que era anual y que erradicó enfermedades crónicas que amenazan con regresar. El colmo: ya ni el tamiz metabólico aplican a los bebés y esa irresponsabilidad puede  causar daño irreversible en recién nacidos.

Se apañó los fideicomisos y desapareció el dinero. El Fondo para Desastres Naturales (Fonden), el Seguro Popular, con su fondo de enfermedades catastróficas, cancelados. El genocidio cometido durante la pandemia dejó 750,000 muertos, son más si comparamos con muertes esperadas, pero la ausencia de entrañas y escrúpulos propició un manejo electoral de las vacunas. 

La clase media se pasa a la fila de los pobres, y los pobres a la fila de la pobreza extrema. Ya son 5 millones más de pobres. Ese diabólico plan fue importado de Venezuela, pero aquí cancelaron los créditos a micro, pequeña y mediana empresa, al igual que desaparecieron los apoyos al campo; como allá, aquí entre más pobres, más sencillo se ejerce, tanto el control como la manipulación. 

La canalización de recursos a sus obras: Tren Maya, la refinería en un manglar y el transístmico que no ha comenzado, entre otros caprichos y ocurrencias; pero no hay presupuesto para impulsar el empleo y la fuerza laboral se fue y/o permanece en la informalidad, donde no tiene protección social.

La inflación por arriba del 8% resulta en un impuesto que lastima a los pobres de los más pobres. 

¿Recuerdan cuando dijo que ahorraría 500 mil millones de pesos, si solo eliminaba la corrupción? Nada de eso se ha logrado porque la corrupción goza de cabal salud y aumenta cada día. ¡Ah, por favor!, olviden la promesa de bajar el precio de las gasolinas, diésel, gas y la luz. 

La FGR no procura justicia; más bien, la utilizan para cooptar políticos de cola larga. ¡Y vaya que los hay! Y reciben un premio, sea un consulado o embajada, si se someten a su voluntad, de lo contrario, a la cárcel. Emilio Lozoya es el único detenido y eso por salir a comer pato laqueado, de lo contrario estaría muy cómodo en casa.

Sin ser pasado de lanza por la desgracia ajena, les comento que hoy en ese restaurante se pide: “Pato Lozoya”. Sin Emilio nadie estaría en prisión y eso que dijo que encarcelaría a la mafia del poder, pero hizo algo mejor: los pasó a su lado y fueron perdonados. 

La inseguridad ha dejado en México, hasta hoy, más de 150,000 homicidios dolosos y sigue la cuenta día a día. Las 80,000 personas desaparecidas hasta hoy no tienen resultado ni investigación que valga y desaparecen más cada día.

Prometió regresar al Ejército a los cuarteles, incluso fue su bandera en las elecciones, pero hizo lo contrario y ni explicó por qué cambió de opinión. Su política pública “abrazos y no balazos” ha propiciado la violenta incursión de bandas del narcotráfico por todo el país, que siembran miedo, terror y el desalojo de los pueblos, con la pérdida de todo el patrimonio de esa gente.

El presidente se enfoca en otra táctica copiada de Venezuela: Dedica buena parte de su tiempo para sembrar odio entre todos los mexicanos, lo que nos ha llevado a pleitos en el seno familiar que, irremediable, se divide entre quienes se seducen por el mesías y sus promesas y los que se oponen al autoritarismo y el poder concentrado.

Andrés Manuel tiene fobia por los organismos autónomos garantes de las elecciones, porque sigue sangrando la herida del 2006, aunque no tenga elementos para demostrar el fraude. También le mortifica rendir cuentas, por lo que ataca y quiere suprimir al órgano autónomo creado para la transparencia en el manejo de recursos públicos en el gobierno. 

En fin, lo poco que les cuento, creo que fue lo que, entre otras más, llevó a la sociedad a la calle el pasado domingo. Muchos lo vemos como el primer paso para unir a una sociedad diversa y muy separada históricamente, sobre todo, norte y sur, pero México necesita de su gente más que nunca y como en los grandes movimientos y en los sismos y desgracias, ahora debemos unirnos para quitarnos de encima este escorpión cuya naturaleza no puede cambiar.

Luego nos ocuparemos de reconstruir una vez más a este país. Empezaremos desde cero con nuestro sufrido México que ha carecido de gobierno. Es hora de poner uno que responda a la sociedad.