Daniel Valles.- La pobreza es una manifestación execrable de la corrupción que se anida en el corazón del ser humano.
Los pobres son una “especie” que en el planeta nunca ha estado en peligro de extinción. Ni lo estarán, menos en los tiempos que estamos viviendo y en el país que vivimos, donde al parecer sin ellos, no hay sentido para las obras, planes y proyectos que el actual régimen lleva a cabo.
Esto es muy debatible y parece un contrasentido. Pero no lo es. No lo es porque actualmente, la administración federal mantiene tres proyectos que representan 400 mil millones de pesos (mmdp), algo así como 20 mil millones de dólares (mmdd).
Proyectos que de acuerdo a gobernadores de oposición del país y a analistas económicos, deberían de ser detenidos para atender la emergencia económica que en México se está viviendo debido a otra emergencia: la sanitaria.
La cifra de muertos es de 51,311 y de 469 mil 407 infectados que están en fase de tratamiento. Sabemos que para mañana estas cifras habrán cambiado.
Una cosa es cierta, mientras un infectado o una persona fallecida por Covid no son de la familia inmediata de uno, estos son solo números que se leen, que se escuchan o que se sabe de ellos, pero nada más. Todo cambia cuando el mal cae en la familia propia.
México no cuenta con un seguro de desempleo robusto. Millones de trabajadores, hombres y mujeres han perdido su trabajo, su empleo debido a que la empresa o el lugar de trabajo han cerrado ante el embate económico que se ha sufrido debido a la parálisis o semiparálisis de las actividades no esenciales.
El “parón” ha sido demasiado extenso. No terminó el 19 de abril, como jocosamente diría el titular del Ejecutivo hace poco más de tres meses. Y no se ve que vaya esto a cambiar. No se informa a cabalidad. Siempre con evasivas. La pandemia lejos está de ser domada en la realidad, que es en donde cuenta.
De acuerdo con la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la población ocupada en condiciones de informalidad pasó de 22.6 millones en mayo a 25.6 millones en junio.
Es decir, en un mes tres millones de personas en el país se quedaron sin empleo. Los números no reflejan julio, lo que indica que hoy bien podrían ser 28 o 29 millones de personas desempleadas.
¿Qué hace esta gente? Se refugia en la informalidad. La corrupción se incrementa día a día para subsistir. Se transa con todo o casi todo. Una vez que la gente asimila que ya no tendrá trabajo o el mismo que tenían antes se ha extinguido por el cierre de la empresa o negocio donde laboraban, se va a la informalidad.
La informalidad carece de cualquier tipo de prestaciones. Las que sí ofrecen los empleos formales. Por eso millones de personas en México prefieren emplearse aunque ganen menos. Por las prestaciones de salud, vivienda y otras que por ley se han de otorgar. Eso se acabó.
“La gente prefiere carecer de prestaciones que de una fuente de ingresos”, asegura Elizabeth Ponce, trabajadora social por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)”.
La informalidad proporciona un ingreso casi inmediato. No es constante, pero si uno busca, uno encuentra. Sin embargo, no toda la gente piensa así. Son infinidad de factores que provocan que la gente se desanime y deje de buscar un empleo.
El país requiere la generación de 25.7 millones de nuevos empleos tras la crisis provocada por el Covid-19.
“Esta cifra se compone por 2.8 millones de personas que buscan activamente trabajo, pero no lo encuentran; 13.2 millones que no buscan uno, pero están dispuestas a trabajar si se les presenta la oportunidad y 9.7 millones que pese a tener empleo reportan la necesidad de laborar más horas”, según la encuesta ETOE, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
La situación aún no ha tocado fondo. Los números de julio están siendo preparados y los conoceremos a principios de septiembre.
¿Quién hubiera pensado en abril pasado que en agosto estaríamos hablando de la continuidad de la pandemia para la que cuando falta poco más de un mes para el fin del verano, en México no se ve la salida?
Esto, por supuesto que va a elevar el número de pobres en el país. Pobres que están siempre en el centro de la discusión y la defensa presidencial. Sea por una causa o por otra.
Al titular del Ejecutivo federal le gusta defender a los pobres. ¡Qué bueno que así es! ¿Será por eso que querría más de ellos?
Los hace el centro de su discurso y dice que es así porque son el centro del mensaje del Evangelio. Y alega que la transformación que promueve es para defenderles, pero que esto no gusta a los conservadores.
Que no entienden su mensaje. “No es posible poner vino nuevo en botellas viejas”. Don Andrés trata de citar un pasaje del Evangelio donde Jesús habla no de los pobres, sino de las tradiciones de los fariseos religiosos que Jesús y sus seguidores no le ponían tanta importancia.
El mensaje de la defensa de los pobres, sí es parte del Evangelio, pero “nuestro ya no tan querido presidente”, lo cita, y lo cita mal.
Porque el Evangelio no habla de defender a los pobres dándoles dinero o bienes por el hecho de ser pobres. Habla de cuatro diferentes estancias que han de ser cumplidas para que se rompa el ciclo de la pobreza sistémica. Que es una cosa bien diferente. De la que en otra ocasión me ocuparía en comentar.
Por lo pronto digo una cosa. Cuando la teología de alguien está equivocada, toda su vida está igualmente equivocada. Que por lo que se ve y se palpa de las políticas de salud y económicas ante la pandemia del actual régimen.
Hasta la gente de su gabinete, que parece que se le rebelan a cada momento debido a la corrupción que al parecer existe al interior del gabinete y de lo que seguramente hablaremos también en otra ocasión.