Dr. Arturo Castro.- Octavio Paz en “El laberinto de la soledad” hablaba de los hijos de la malinche, de aquellos mexicanos herederos de la perdición azteca, del mexicano haragán y complaciente, de la historia que forjó la ineptitud y la desgracia de los habitantes de la Nueva España, de los pobres que aún siguen existiendo y no conocen su propia situación.
Los tiempos han sido diferentes, la sociedad se adapta a lo que tiene y a lo que sucede a su alrededor, tiene un espejo especial de no comprender esa vida, a pesar de las adversidades que se le presentan día a día.
México es un país sufrido, el gobierno forma parte de esa construcción, mantiene la pobre calidad de vida para sostener el poder de unos cuantos, es un sistema político basado en la pobreza material e intelectual de los mexicanos.
Se requiere un cambio de traje, en donde los compromisos de todos los involucrados: Gobierno, empresariado y sociedad, esperemos lleguen a una mejor negociación, cada quien quiere lo que quiere, si todos ganan es un ganar-ganar.
La perspectiva es cambiar el papel de una sociedad sufrida que no sabe que lo es por el de una progresista, esto es educada y con mejores condiciones de vida, siempre se debe buscar esa posibilidad de influir cualquier cambio de vida.
No es de tener grandes titulares, ni siquiera reconocimientos porque siempre los hay, léase aquel abrazo del diputado a la líder de la esquina, el sistema político es de dominación y por ello siempre hay que seguir la carroza sin preguntar quién murió.
La sociedad está acostumbrada a sufrir, no es feliz a pesar de los decretos presidenciales del Hermano Evangelista López Obrador, no está bien, porque siempre las noticias son de un crimen en cualquier lugar, a veces en su vecindario y tal vez en su entorno familiar.
La vida es una tómbola decía en una canción emblemática Celia Cruz, el dolor es parte de ella, se sufre y se acepta por la sociedad, se sufre porque no se acepta lo que pasa, porque se desea una diferencia gnóstica o fantasiosa.
Los hijos de la tristeza vienen de una historia de dominación, de una sociedad que es la misma y de unos poderes políticos que cambian, pero que les conviene tener a esa sociedad sufrida, la de pedir limosna en la calle, la de vender ropa usada en su casa, la de hacer burritos para saciar el hambre de otra persona igual.
La tristeza es un símbolo de la tragedia, el país la ha vivido siempre, la nación azteca ofrecía mujeres vírgenes a los dioses, ¿entonces la responsabilidad de este desgano de quien es? ¿De los dioses o de quienes han heredado una historia nefasta en la que se perdió el país a manos de quien ni se acuerda: España?
Los hijos de la tristeza son los mexicanos que recuerdan la derrota, los que engañan a la sociedad diciendo que todo va a cambiar, los que aceptan la palabra mágica de aquellos candidatos o gobernantes y los que lo dicen para manipular cualquier cosa
Octavio Paz también se refería a los hijos de la chingada en sus estudios sociales de los sesenta, hoy hablo de los hijos de la tristeza en el nuevo milenio que sigue siendo igual, el mexicano está dominado y el poder es transitorio una vez más.
López Obrador gobierna un país a su estilo, pregonando por los pobres sin sacarlos de ahí, defendiendo a los estudiantes sin preocuparse por una calificación aprobatoria, dándoles dinero a los viejos por el solo hecho de ser viejos.
No importa la vida de cada quien, tenemos un pueblo feliz que no sabe que es triste, que su vida de frustración no tiene un responsable, las ocurrencias políticas debieran tener consecuencias y dejar de presentar solo cortinas de humo.
Como ser ajeno a la sociedad que desea progresar pero que insiste en estar como ésta porque se siente bien, como ayudar a desarrollar mejores propuestas cuando la política las bloquea e invita a seguir igual.
La política debe servir para desarrollar mejores beneficios en pro de la sociedad, se conoce de aquel desinterés de los políticos por sus votantes, porque la vida estando en el poder aunque transitoria es agradable, como no hablar cuando se es parte de uno y otro lado.
Los hijos de la tristeza seguirán existiendo, porque este país es conflictivo, la violencia no reconocida oficialmente existe en su máxima expresión, porque se confía en el gobernante en turno por la despensa o el descuento en el impuesto predial.
Estar concentrado en este tema, es algo difícil, hablar del mexicano como un ente perdedor lo es más, simplemente es la realidad que no se conoce porque no se analiza, mucho menos se aprecia.
El mexicano nunca refleja complejos porque se siente seguro de lo que quiere y de lo que tiene, por ello todo se resbala al grado de solo vivir una vida sin preocupaciones, ser hijos de la tristeza solo alcanza para ser una historia más.