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Lo ideal y lo factible

Raúl Ruiz.- En mi saga de visiones políticas, “Escenarios”, publicadas en estos 3 años pasados, menciono en reiteradas ocasiones, que las cosas cobran subsistencia, consistencia y vigencia, dependiendo el grado de factibilidad que se les ofrece para su creación.

Tratándose del jaloneo provocado por el Congresista JC Tenebris, su secuaz, Rafflesia, y séquito de anarquistas que lo sacuden, os digo: Suspendido el proyecto de construcción, prácticamente será imposible recuperarlo.

El senador, en su afán de joderle la existencia a su némesis, Cruz Pérez Cuéllar, destruye una de las pocas posibilidades de movilidad en el centro de Ciudad Juárez.

Les doy mi razonamiento particular. Para los que desconocen el origen del problema y la persistencia del mismo, deberán saber que ésta no es la primera vez que se toca el caso. Ni será la última.

Para todos es claro que lo óptimo sería quitar las vías y reacomodarlas en otro lugar donde el ferrocarril fluya raudo y veloz, y los juarenses podamos disfrutar los espacios, sin temor a ser arrollados por el tren.

Este tema se ha planteado desde Luis Echeverría Álvarez, hasta la fecha. Es la opción óptima, la más deseable, pero no la más factible.

En años, no se habían acomodado “los planetas” para que ocurriera lo factible, porque una cosa es lo deseable y otra lo factible. Así lo establece la ciencia de la prospectiva.

Luego de tantas propuestas, proyectos técnicos, acuerdos de voluntades políticas y otras variables, finalmente estábamos a punto de obtener una opción práctica para solventar el arcaico problema.

Pero tenía que aparecer la envidia, esa emoción maligna que surge cuando una persona carece de un atributo deseado y se caracteriza por el anhelo de que la persona que lo posee lo pierda o se vea perjudicada.

Y en el caso de JC, su malsano sentimiento es solamente comparable al famosísimo odio jarocho del Ratón Crispín.

No les voy a quitar mucho tiempo de lectura, sólo les diré que para que salgan las vías del ferrocarril del centro de Ciudad Juárez y se conecten con las norteamericanas en otro punto de la franja fronteriza, primero se le dulcifica el corazón a Donald Trump y dejará de ser bravucón y buscapleitos; o el rey Felipe VI de España le pide perdón a los mexicanos por las tropelías y raterías causadas por Hernán Cortés a nuestros indígenas precolombinos.

De entrada os comento que nomás para sacar la vía y tenderla en otro punto, el costo aproximado es de casi dos millones de dólares por kilómetro, sin contar el costo y tiempo de cabildeo entre México y Estados Unidos.

Estuve platicando con Javier de Anda a la sazón director de Desarrollo Regional y Proyectos binacionales, con el entonces alcalde, Gustavo Elizondo, a quien se le encomendó en aquel tiempo hacer ese jale y encontrar la factibilidad.

El resultado fue exactamente como se los platico. No hubo modo. Apenas se conectaba un cable político, cuando se les chispoteaba otro. No sólo es cosa de dinero.

Por lo tanto, según mis cálculos, será hasta que aparezca nuevamente el Cometa Kohoutek, cuando existan las factibilidades.

¡Qué manera de joder!