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Leonardo Medina Patiño.- Desde finales del año pasado inicié la lectura de “El hombre que no fue jueves”, del popayanejo Juan Esteban Constaín, terminándolo el 2 de enero. Libro sobre la solicitud de canonización de Chesterton. Igual leí en el 2021 “Calamares en su tinta”, una compilación de las sápidas columnas de Constaín en El Tiempo.

Realmente la pluma de Constaín es fina, con ese humor popayanejo que en mi sentir es muy parecido al cachaco. Reía a solas, en avanzadas horas de la noche, con algunos renglones que de verdad son antológicos. Seguiré conociendo su obra, porque son cargadas de conocimiento, de esa sabrosura que da el aprender divirtiéndose.

Otra de esas lecturas del 2021 que me cautivaron, ya en el plano sociológico, fue el libro de Mauricio García Villegas titulado “El país de las emociones tristes”, basado en esa teoría de Baruch Spinoza de que, así como hay emociones que generan alborozo, las hay contrarias: violencia, odio, envidia, entre otras, y que Villegas va desarrollando de manera atinada, para analizar nuestro país.

Inicia el año y asimismo unas lecturas que esperan, como tantas tareas trazadas que hay que ir cabalgando sobre ellas.

Por supuesto que no se trata aquí de un resumen de lecturas realizadas, que es algo jactancioso. Simplemente son reseñas para invitar a quien busque una manera de alimentar su espíritu. Y en esa búsqueda me esperan “Asombro” de Tomás González, “La infancia de Jesús” de Coetzee, “Lo que no fue dicho” de Pepe Zuleta, que prioricé siguiendo recomendación que me hizo Beatricita López, alrededor de rica charcutería y vino que me invitó en diciembre.