Inicio LA OTRA NORMALIDAD Las razones de Estado

Las razones de Estado

Jorge Quintana.- Ante la serie de errores fundamentales en la conducción de los estados, en el más estricto sentido constitucional, me pregunto si los que tienen la responsabilidad de dirigir la política oficial en el mundo y en nuestro país, han tenido contacto, al menos de oídas, con la Teoría del Estado y la Ciencia Política, saben que son las Razones de Estado.

Porque en el Estado Moderno las decisiones deben ser sustentadas en motivos fundamentales que propicien el orden y la confianza de los gobernados en sus gobernantes; y aquí me refiero no solo a los y las titulares del Ejecutivo, sino a quienes tienen la titularidad de cualquiera de los tres poderes y son integrantes de los mismos: magistrados, jueces, diputados, senadores, secretarios de Estado, titulares de las dependencias del Ejecutivo o de los llamados Organismos Autónomos.

La tarea cotidiana debe estar fundamentada en el logro de los fines del Estado y, por lo tanto, la guía de su actuación debe ser la Razón de Estado.

El ser funcionario público o representante popular no es un premio, ni una graciosa concesión, sino una responsabilidad para mantener la coherencia y la cohesión del Estado. Asumir la función como privilegio personal y no como responsabilidad pública, es lo que nos lleva y ha llevado a la sociedad a vivir crisis sociales, económicas y políticas, porque individualizar los puestos, como logro personal, solamente nos lleva a banalizar la noble tarea de gobernar.

Quien señale que sin él o sin ella la república sería un fracaso, solo está demostrando su incapacidad y egolatría, negando la historia y poniendo en riesgo la viabilidad del orden jurídico, de la paz pública y el respeto a las instituciones.

El Estado, en su integridad, no son solo personas, son principios filosóficos y teóricos que tienen una razón de ser, producto de la evolución de la sociedad, de la política y de la búsqueda permanente del Bien Público y de la Seguridad Jurídica, no es el producto de proyectos personales o grupales, el Estado es superior a los deseos individualistas, a los mesianismos y a la egolatría.

Quienes ahora gobiernan, en el más amplio sentido del término, deben recordar por quién y para qué están donde están y el motivo de su actuar individual, solo se deben a sus gobernados y a ellos tienen que rendir cuentas, tarde o temprano; es entonces cuando cosecharán los frutos de su labor, que pueden ser el orgullo del deber cumplido o la condena social y acaso penal por sus abusos.

Consideremos pues, que la actuación de las y los funcionarios públicos, deberá obedecer siempre a razones de Estado, no a motivos personales o facciosos, porque el juicio de la sociedad y de la historia no perdona la irresponsabilidad ni las incapacidades.

La sociedad no puede ceder su legítimo derecho de evaluar y sancionar a quienes dicen representarla y se abrogan la facultad de hacer y deshacer, en nombre de sus representados. Seamos una sociedad exigente con quienes nos gobiernan, solo así, seremos merecedores de mejor futuro.