Dr. Fernando A. Herrera M.- Carlos Manzo fue un alcalde temerario, un presidente municipal que podía caer bien o no, pero decidido a cumplir con su gente; tanto que rebasó la línea de la valentía para ubicarse en la temeridad.
Lo lamentable es que sus llamados al estado y a la federación fueron ignorados y calificados como estridentes. Por eso, los escasos apoyos que recibió nunca estuvieron cerca de ser un real apoyo para ayudarlo a cumplir con los ciudadanos de Uruapan.
Es la misma historia de los municipios de todo el país. Los llamados de la gente que se compromete con los ciudadanos son ignorados y sustituidos por cifras alegres y anuncios en televisión nacional de que la criminalidad está a la baja.
Sí, a la baja, pero lo que baja es el cuerpo de un ser humano al reposo en una tumba que silenciará su voz, una voz que reclamó justicia para los desaparecidos, para los asesinados y para quienes viven con miedo cada día ante la incapacidad del gobierno para regresar la paz y la armonía a los pueblos.
Gente como el alcalde de Uruapan, más allá de sus formas, dejaba ver el fondo de un deseo real de regresarle al pueblo la tranquilidad perdida, pero no hubo cómo hacerlo; le faltó el apoyo de quienes tienen comprometida su acción con quienes mandan y dirigen este país.
¡Cómo puede ayudar la federación si solo envía tropas que desfilan! Bueno, que se desplazan en flamantes vehículos de un punto a otro, encapuchados y armados hasta los dientes, pero que solo dan vueltas y vueltas por cada ciudad o carretera.
Gastar gasolina es lo que parece ser la consigna para la Guardia Nacional. ¡Ah! pero si por azares detienen a un civil con su familia, esposa y niños a bordo, qué bravos y valientes son con quienes viajan armados con su medallita de la virgen al cuello y un rosario entre los dedos de la esposa rezando para llegar a casa y a salvo.
¡Que intimidantes y cabrones se portan! Pero si matan a un alcalde, ¡qué curioso!, están al otro lado de la ciudad o con rumbo opuesto a las coordenadas de los sicarios.
El próximo lunes o martes, a los mexicanos nos darán diez segundos de atención en la mañanera, en los que la presidente dirá: ya se investiga y tenemos líneas firmes de investigación. Luego, alzará la voz: ¡No habrá impunidad!, y tan tan.
¿Y si le tocan la política de los Estados Unidos?, dirá: Hay cooperación, nunca sumisión. ¡Somos autónomos!
Y de lo poco que se hace, lo empujan ellos…
No entiendo…
¡Siento vergüenza!
El sueño que resultó en utopía
Parecía más tranquila en los modos y más dura en sus decisiones. Ahora, con el tiempo que lleva en el poder, sabemos que es dura en todo.
El autoritario AMLO quedó chiquito frente a la sucesora. Ella trae el comunismo en la sangre, fue criada con esa ideología; sus abuelos abrazaron esa ideología en Bélgica y sus padres en México fueron parte del desaparecido Partido Comunista.
Morena ha pretendido seguir la escuela de Luis Echeverría que se asumía socialista, pero la presidente lo lleva al extremo de la utopía y su máxima de la igualdad.
En un país ideal para personas así, todos aportaríamos tanto como lo permita nuestra preparación y creatividad o, por el contrario, tanto como se pueda, si no hubo oportunidad para estudiar o por alguna razón no se aprovechó.
Pero ya en la condición de igualdad, todos recibirían lo que se necesite´, según la familia que dependa de cada quien.
Esa es la quimera utópica que fracasó en la URSS y Putin transformó en capitalismo; la misma que China convirtió en un capitalismo salvaje, o la misma que no quieren cambiar y que los tiene en la peor miseria, a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
El hombre que inventó el comunismo, Carlos Marx, jamás trabajó.
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