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La unidad necesaria

Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- Los pueblos eligen a sus gobernantes con escasa participación electoral, lo que deviene en consecuencias devastadoras, como pésimos gobernantes. Ejemplo, México que nunca ha tenido un buen gobierno. Los hemos tenido regulares, malos y muy malos, pero nunca uno que nos llene de orgullo.

Hay 24 países que tienen el voto obligatorio. El resultado es que los ciudadanos al votar por obligación anulan o votan en blanco y no de entre la lista de candidatos. En los países en donde votar es decisión del votante, la historia nos dice que deciden no involucrarse. Los presidentes terminan siendo elegidos por una minoría de ciudadanos y entre menos participación haya, resulta mejor para los partidos que ocupan el poder.

López Obrador, el presidente elegido con más votos en la historia, recibió 1 voto de cada 3 ciudadanos que tienen credencial de elector. Si la sociedad no se involucra, los gobiernos hacen lo que les da la gana.

Por ejemplo, López Obrador con la mitad de los que lo eligieron, a los que beneficia con al menos uno o dos de sus programas sociales, cuenta con una base dura y suficiente para detener el país, o bien, orientarlo por donde él decida y llevarnos a una situación tal que le permita ampliar su control.

Parece contradictorio, pero así es, porque entre más se decepcione al ciudadano, menos acude a votar y con su base dura, sigue ganando elecciones. Esa es la apuesta de AMLO, pero en el mundo pasa lo mismo, salvo países nórdicos o muy evolucionados, donde vota un promedio de 78 por ciento.

En Estados Unidos, en las elecciones presidenciales, lo más que alcanzaban de votos era menor al 60%, la única excepción fue la última, donde rebasó ese número, cuando ganó Biden, el más votado de la historia. La gente entendió que era necesario salir a votar.

Es decir, para sacar a Trump del poder, los ciudadanos se organizaron y aunque Trump obtuvo una increíble cantidad de 74 millones votos, la sociedad le dio a Biden el triunfo con más de 81 millones de votos. Nadie jamás había tenido tantos, ni el perdedor, ni el ganador. Para ejemplo, Obama ganó con 69 millones de votos; 5 millones menos que el perdedor.

Si en México queremos sacar a López Obrador del poder, los ciudadanos debemos dejar de lado, por un tiempo, el rechazo a los partidos y a los políticos; y no es que vayamos a apoyarlos, sino que debemos atender el enorme problema por partes.

Primero, el antecedente: se eligió a AMLO porque todos habían fallado; ahora, que nos damos cuenta que fue peor, tampoco queremos regresar a lo mismo, pero lo primero es que se tiene que ser sacar al que está destruyendo todo; después, la misma sociedad deberemos exigir los cambios necesarios para que tengamos partidos y políticos mejores, con una renovación del sistema político mexicano, y para empezar debemos ir por un gobierno de coalición en donde el poder no quede en la sociedad combinado con los partidos.

Desde luego asegurarnos que ninguno de los partidos actuales de oposición, ni en el candidato que gane, de ser el caso, se queden con el poder, sino repartido entre los partidos coaligados que designen a políticos que mezclados con ciudadanos ocupen las posiciones del gabinete y de las cámaras, para, después ir a la gran reforma del sistema político mexicano. Pero, insisto, a riesgo de ser terco: Lo primero es salir, pero salir unidos como sociedad a votar.

En resumen: Sacamos al tirano, formamos un gobierno de coalición transitorio y nos vamos a la gran reforma del sistema político mexicano. Entonces el secreto del éxito será la unión de todos los ciudadanos aliados con los partidos, pero bajo las condiciones de un gobierno donde el mando esté repartido entre sociedad y partidos para tener el poder de ir a la gran reforma que reoriente a nuestro país hacia un mejor destino.

Desde 1821 estamos esperando. Ya es tiempo. Lo podemos lograr con tres buenos ciudadanos a la cabeza: Santiago Creel, Beatriz Paredes o Enrique De la Madrid.

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