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La Semana Santa, la Corrupción y la Mujer

Daniel Valles.- El posmodernismo predominante en la cultura, la corriente del Progresismo, la corrupción del alma y el espíritu humano, amén de una no muy efectiva labor de todas las Iglesias, ha provocado un decaimiento del sentimiento religioso en las personas, así como del conocimiento del significado cristiano de “La Semana Santa”.

La cuarentena por el Coronavirus que estamos viviendo pudiera ayudar a que esto cambie. Lo veremos en los siguientes años.

Por lo pronto, ya no es igual a como cuando de niño iba a la iglesia a los “ejercicios cuaresmales” en los días previos a los “Días Santos”, cuando el padre nos enseñaba del significado de la vida y muerte de Jesús.

Cuando el “Viernes Santo”, día de la muerte del Mesías, se guardaba un “luto” general que provocaba se apagaran las televisiones y las estaciones de radio. No había trasmisiones ese día. Era uno lúgubre.

No se escuchaba música. Eran “días de guardar”. Eso ya cambió. No así el hecho histórico. ¿Qué tanto ha cambiado esto? ¡Mucho!

La empresa “GCE”, que se dedica a la investigación de la opinión publica en México, ofreció hace un tiempo la perspectiva de la gente en México sobre la Semana Santa.

“El 70.7 por ciento de los jóvenes solo ven la Semana Santa como un periodo vacacional y 37 de cada 100 confiesan que en lo personal se encuentran alejados de la religión católica.

Referente a la Semana Mayor y el respeto a sus tradiciones, 15 de cada 100 consultados dijeron que las nuevas generaciones aún se interesan en ella. A cinco ya no las aprecian. Pero 70 de cada 100 reconocen que los “días santos” son solamente vacaciones y diversión”. Hoy, están lamentándose que deben de permanecer en casa.

Ahora bien, para millones de cristianos católicos y evangélicos la Semana Santa tiene su clímax en las últimas doce horas de la vida de Jesús de Nazaret, quien es el protagonista de la Semana Santa.

Aunque los jóvenes y adultos se sientan cada vez menos identificados con ella en el sentido cristiano. La Semana Santa tiene su significado espiritual. Y viene al caso porque las personas con fuertes valores espirituales son las menos propensas a caer en actos de corrupción.

Durante los “días santos, de jueves a domingo, realzan las horas finales en la vida de Jesús, El Mesías. Son las más intensas horas de la vida de Jesús, las más dramáticas, las más crueles y las más definitivas en la existencia de este hombre que parte la historia de la humanidad. También las más gloriosas.

Jesús siempre estuvo esperando este momento, el de ser traicionado por una persona cuya alma se había corrompido de tal forma que lo entregaría por una “mochada”, por una “mordida” de treinta monedas de plata.

La pasión de Jesús inicia en un lugar llamado Getsemaní o Jardín de la Prensa de los Olivos. Jesús sería prensado o machacado de la misma forma como lo es una aceituna con todo y el duro hueso para obtener el preciado aceite de oliva.

El relato del Evangelio de S. Mateo lo cuenta: “Jesús acostumbraba ir a orar ahí. Lo hacía frecuentemente solo”. (Mt. 14:23).

Una gran angustia y temor se apoderaba de Él. Su único recurso, la oración. Que era de ayuda a su estado. No necesitaba de terapia alguna o de acudir al psiquiatra para combatir el estrés. Mucho menos de drogas que le calmaran. “Jesús  estaba triste hasta la muerte”.

Aprendemos en este ejemplo que quienes oran se abren paso a través de los contratiempos de la vida misma. Lo sabemos por experiencia.

Jesús siempre supo lo que tenía que vivir en las doce horas últimas de su existencia terrena. No lo evitó. Serían éstas las más intensas y cruciales de toda su existencia.

Sabía cargaría el peso de todas las maldades de la humanidad, las de todos los seres humanos que han existido y existirán. No las había sentido hasta entonces. Su cuerpo, alma y espíritu se empezaban a llenar del sentimiento y del dolor.

Eso es lo que dicen los Evangelios. Eso es lo que es creído hoy por millones y millones de personas alrededor del mundo que veneran y adoran la persona de Jesús como el Hijo de DIOS y como DIOS mismo.

S.Mat 26:28  “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos, para el perdón de los pecados”.

En su trato con cada persona con la que se cruzó en su vida, Jesús nos muestra lo que el ser humano puede ser capaz de hacer. Tratar a todos y cada uno de los seres humanos con los que se tiene contacto sin distingos. Sin importar de quién se trate.

A esto mismo hoy le llamamos Equidad. También Tolerancia. Jesús las tuvo a raudales para con sus asesinos y perseguidores. Y nos enseña con el ejemplo el trato igualitario y sin distingos hacia las personas.

Como para con la mujer llamada María de Magdala, una prostituta sorprendida anteriormente en el acto mismo del adulterio. La ley mosaica demandaba que la mujer fuera apedreada hasta la muerte. No así el hombre. Jn.8:4-11

Las feministas radicales de hoy dirían que esto era así debido a “la cultura patriarcal” predominante. Y con cierta razón. Mas Jesús, con calma y certeza comienza con su dedo a escribir en la arena algo que no nos dice el Evangelio qué fue. Para luego exclamar una frase que se extiende a nuestros días: “El que de ustedes esté libre de pecado, arroje la primera piedra”.

Es entonces que los castigadores religiosos no tienen opción y se frenan de castigar a la mujer. Frustrados, arrojan sus piedras al suelo. No solamente se trata del perdón ofrecido para la mujer, sino que también se extiende a la restauración de su vida y la del ser humano representado ahora en María de Magdala. Una mujer.

Jesús es el primer reivindicador de la mujer y la posición de la mujer es reivindicada. Jesús es así el primer y principal reivindicador de la mujer. “Ni YO te condeno”, le dice. “Vete y no peques más”. Ese es el mensaje para María. Quien se arrepiente de su vida de pecado y se restaura.

Qué equivocado está el feminismo de género que considera a Jesús su enemigo y al cual le ha declarado sin razón, la guerra. A lo realizado por Jesús con la mujer hoy se le llama pomposamente;  “empoderamiento”. Y al trato que le da, “Equidad de Género”.

Para Jesús esto no era tal cosa que el trato amoroso y pragmático que diariamente daba a todas las personas. Sin distingos, sin reproches, sin corrupción. Por lo que por muchos fue odiado.

Lo que Jesús hace y dice es digno de imitar no solo durante la Semana Santa, sino todos los días de nuestra existencia. Tendríamos un mejor día, un mejor mundo.

De eso se trata esta semana. De amar así al prójimo y perdonarlo para tener ambos, una vida restaurada. Transformada.

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