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La razón no alcanza

Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- Cuando la razón no da para entender, entra el sentimiento que, al igual que los sentidos, no garantiza el saber. Ayer especulé sobre la caída del capo Caro Quintero y las ilusas (pueden serlo) coincidencias con la inútil visita a Biden.

Hoy, debemos agregar que en esa parte de la sierra de México, en Sinaloa, en un enorme municipio llamado Choix y cuya ciudad y cabecera es Los Mochis, también se cayó o derribaron un helicóptero Black Hawk con 15 marinos a bordo, de los cuales uno está muy grave y los otros 14 murieron. La investigación inició y no hay mayores datos.

La Marina dice que no sabe si está o no relacionado con la captura del capo de capos; si fuera así, qué costosísimo para esas familias, ahora de luto, y qué altísimo precio pagó México para acordar una entrega.

Imaginemos: Va mi vida; está bien, ya me toca, pero este es el acuerdo: Diría un Caro Quintero que entiende las reglas no escritas, de que se acabó su tiempo. Pero, ¿pidió llevarse por delante al grupo que iría por él? ¿Así lo acordarían? Los pequeños escrúpulos, que me quedan para evitar pensar mal del gobierno, me impiden creerlo, pero que es una versión de las que circulan, nadie puede negarlo.

Miguel Alemán Valdez fundó la DFS para cuidar al Estado sin importar precio. Adolfo López Mateos encarceló a los primeros líderes de movimientos políticos, Díaz Ordaz asumió la responsabilidad de la matanza en el 68. Luis Echeverría la del 71. Luego la represión a disidentes se volvió más privada, más oculta, pero no se fue.

Vino el narco, que ya florecía, paralelo a lo que le cuento, iniciado por el propio gobierno, el de Ávila Camacho, creador del Triángulo Dorado, con Tata a la cabeza. Esos grupos delictivos asumieron las venganzas y los arreglos necesarios para echar fuera a políticos indeseables del escenario, matándolos, de preferencia.

Ahora, los acuerdos entre unos (el gobierno) y otros (los grupos delictivos) porque los hay, podrían, ¿de verdad podrían?, llegar al extremo de acordar algo tan maquiavélico, como lo que hacía Nicolás para proteger a su príncipe, o digno de Fouché, el genio tenebroso de la Francia imperial.

Espero que no, quiero creer que no, aunque sé que el poder trastorna, que enferma y vuelve impredecibles a los hombres que acceden a él, pero todavía me niego a creer en un acuerdo tan extremo y digno de la peor demencia por poder. No hay Hibris, hubris o hybris que valga. Esto superaría toda la maldad conocida hasta hoy.

Luis Echeverría, el genocida, que se sabe tomó ese tipo de decisiones dementes en  68 y 71, ya rinde cuentas. ¡Ojalá no se haya muerto de risa! Y no es broma. Estoy hablando en serio. Sin embargo, me quedo con dos preguntas:

1.- ¿Sustituyen las ONG criminales a la DFS?

2.- ¿Calificaría como genocidio el despiadado manejo de la pandemia?

Como siempre, usted tiene la última palabra.