Inicio LA OTRA NORMALIDAD La pesadilla que viene

La pesadilla que viene

Jorge Quintana Silveyra.- No me gusta ser agorero del desastre, menos pasar como derrotista y pesimista, pero las decisiones erráticas y confusas que han tomado los encargados de combatir la pandemia en las altas esferas de la burocracia federal, demuestran su incapacidad y su servilismo frente a un presidente que gobierna con ocurrencias matutinas, que ha insistido en no utilizar mascarilla y en minimizar los estragos que está causando al pueblo mexicano este flagelo universal.

Argumentando que la letra de un famoso vallenato es la filosofía de la realidad, desestimando las alertas de la comunidad científica e ignorando a los verdaderos expertos, vuelve a afirmar que hay que correr riesgos, pues estos son los caminos de la vida.

Sin una estrategia contundente y eficaz, con una titular de la Educación en el país anodina e insensible, decide por sus pantalones que hay que regresar a los niños y las niñas a la escuela, responsabilizando a los maestros y los padres de familia del resultado que tenga la decisión que está tomando y endosándoles la tarea de cuidar y proteger a los menores.

Desdeñando la evidencia de contagios en la población infantil y conociendo que la vacuna que le aplicaron al magisterio tiene una fecha de caducidad de seis meses, empuja a la sociedad a un desfiladero.

En plena tercera ola de contagios, creciendo alarmantemente la ocupación hospitalaria, aumentando las y los infantes contagiados y hospitalizados, la decisión es definitiva: el 30 de agosto a clases.

Los planteles escolares sin la infraestructura sanitaria mínima, sin la debida ventilación, con serios problemas de mantenimiento, no solo por el abandono del último año, sino también por la falta de atención de las autoridades, serán el campo de contagio propicio para la niñez mexicana y para maestros y maestras.

¿Dónde están las sociedades de padres para atender con sensatez las decisiones pésimas de la autoridad y defender a los alumnos de esta amenaza inminente? ¿Tendrán todos los padres los recursos suficientes para dotar de cubrebocas y gel antibacterial a sus hijos?

¿Contarán las escuelas con baños y letrinas limpias y sanitizadas, contarán con suficiente jabón para que todos los alumnos se laven las manos cada veinte minutos, estarán sanitizados los espacios escolares cada cambio de turno?

Estas son apenas las primeras necesidades que deberán resolverse para disminuir el riesgo de contagio y obviamente no están las escuelas preparadas para cumplir con estos requisitos elementales.

Porque desde el año pasado, al menos, a partir del inicio del presente año, debió desarrollarse un plan integral que atendiera la política de regreso a la escuela. Mejor se gastó el recurso en campos profesionales de beisbol, en donativos a otros países de América Latina y en cuarteles para la Guardia Nacional, que aquí brilla por su ausencia.

Pero en las prioridades de la agenda nacional siguen sin estar presentes las mujeres y la infancia, la educación y la ciencia, la cultura y la salud, la violencia y la inseguridad. A veces se piensa que ignorando la realidad ésta desaparece, pero no, los problemas se agudizan y rebasan la capacidad de la autoridad para resolverlos.

Esperemos que las estadísticas de contagio de maestros y niños no sean la crónica de un desastre anunciado o el mayor genocidio de la historia mexicana.