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La paciencia al límite

Alejandro Zapata Perogordo.- Es increíble que en los últimos dos sexenios se hayan padecido sorprendentes excesos y capítulos escandalosos, con cargas al erario público y bajo la mirada desesperada de  los gobernados, quienes resultan ser los acreedores de la incapacidad, negligencia o abusos de las administraciones en turno, las cuales  han tomado decisiones dañando considerablemente la confianza ciudadana, al destruir  instituciones y socavar la calidad de vida de la colectividad.

Si bien, cuando le correspondió el turno al anterior gobierno hubo fuertes polémicas que aún siguen ventilándose en tribunales, la actual ha rebasado con creces la ignominia, encontrando para todo una justificación, un pretexto, explicación o simplemente recurre ante la evidencia a estigmatizar la falta de politiquería.

Cualquier situación similar en otros tiempos o lugares sería suficiente para rodar cabezas, sujetar a los responsables a enfrentar la ley y deslindar responsabilidades; sin embargo, en nuestro país no pasa nada, todo se perdona desde el gobierno, a menos que seas adversario político.

El calvario que comenzó hace años, se ha recrudecido en este periodo, con actitudes insoslayables, basta decir que la democracia se mide en base a las libertades y derechos que gozan las personas, mismas que paulatinamente han sido limitadas, inclusive las más elementales, como la vida, información, movilidad, pensamiento, salud y sufragio, por decir algunas.

Las mentiras oficiales merman el derecho a la información. Diariamente nos enteramos de la distorsión de la verdad con el ánimo de crear ante la comunidad una percepción diferente a la realidad, consumando así un engaño que ya forma parte de una práctica cotidiana.

Lo más preciado que tenemos es la vida y la salud. En cuanto a la primera es doloroso decir que en este país no vale nada. Se dejaron crecer los grupos delincuenciales que han tomado buena parte del territorio nacional dejando una estela de muerte y terror; las cifras de personas ejecutadas son francamente impresionantes, el temor social se ha convertido en una pandemia nacional donde no existe vacuna, el miedo a los criminales, algunos de ellos hasta con charola, ha perturbado la paz pública y, a la par, nuestra libertad.

En cuanto a la salud, el tener acceso a ella es todo un privilegio: no hay medicinas ni lugares a donde acudir, las vacunas escasean y los servicios escasos y lentos, el sistema se desmanteló y se dejó a muchas personas a su suerte, la muerte se llevó a muchos.

Si no piensas igual que el presidente eres traidor a la patria, tienes que adaptarte al nuevo sistema o te arriesgas a ser perro del mal, pues solamente los de arriba tienen ese derecho, a los demás solamente se les concede la resignación.

Y, por si fuera poco, el lastre de la corrupción se ha convertido en hábito oficial, si formas parte del , entonces se justifica y hasta te designan candidato, total para eso está el plan B, encaminado a conservar el poder a costa de lo que sea.

La esperanza reside en la sociedad, que comienza a despertar y a luchar por las libertades.