Inicio JUAN CARLOS LOERA La nueva prosperidad mexicana y la ceguera de sus críticos

La nueva prosperidad mexicana y la ceguera de sus críticos

Juan Carlos Loera.- En estos días que corren, los mexicanos hemos sabido de una gran noticia: el INEGI ha anticipado su estimación del Producto Interno Bruto mexicano, reconociendo que su incremento, al situarse en el tres por ciento anual, superó todos los pronósticos, que en la versión más optimista anticipaban un aumento de solo el 2.5 por ciento.

Sin embargo, lo más sorprendente no ha sido una confirmación de la buena marcha general de nuestra economía, sino la campaña que los grupos conservadores han desplegado para minimizar el hecho o para desvirtuarlo, alimentando las dudas sobre su origen e implicaciones.

Los más escépticos alegan que se trata de un dato preliminar que sobreestima la cifra definitiva, que a la hora de confirmarse será muy inferior a lo anunciado. 

Pero también es bueno comentar que hay una corriente que cuestiona las causas del aumento del PIB. Éstos aseguran que todo se debe a una situación internacional favorable, determinada por tres factores: todos volátiles, entre los cuales se cuenta una política muy agresiva del Banco de México que ha hecho muy atractivas las inversiones denominadas en pesos; una oleada de inversiones directas vinculada a la nueva estrategia de localización recién denominada “nearshoring” y, una más, asociada a la expansión, hasta ahora incesante, de remesas extranjeras. 

Para estos críticos, irredentos e implacables, estos logros, que ninguno de ellos consideraba posible, nada tiene que ver con el éxito de la política económica del gobierno de AMLO. 

Por el contrario, es una evidencia más de su debilidad, porque las altas tasas de interés, desde el primer trimestre de este año van a contribuir a desalentar las inversiones y tras ello lo que veremos es el desplome de nuestra economía.  

También cuestionan el alcance del “nearshoring”, asegurando que no se está aprovechando adecuadamente esta coyuntura favorable, que incluso ya se está esfumando. 

Frente al gran momento que se vive en materia de remesas, literalmente llegan a afirmar que, más que una fortaleza, son la mejor muestra de una debilidad, pues si han alcanzado un nivel tan elevado, próximo al 5% de nuestro PIB, ello se debe al enorme volumen de trabajadores migratorios que se ocupan en la economía norteamericana porque en México nunca se les ofreció una alternativa.

Esta forma de derogar los logros de una política económica, que por primera vez en nuestra historia ha traído crecimiento y mayor bienestar para todos, en especial para los más pobres y vulnerables, solo es una manifestación más de una visión sectaria que se niega a reconocer el progreso y las mejoras sustanciales de una propuesta de transformación económica, social y política que ya nos empieza a exhibir sus grandes frutos.  

Entre 1982 y 2018, solo hubo tiempos de vacas famélicas y vacas flacas: los años en los que tuvimos estancamiento y mayor pobreza para las clases trabajadoras; y los años en los que tuvimos un crecimiento magro de la economía, y de nuevo mayor pobreza para los más vulnerables y olvidados; pero nunca se registró una situación como la que hemos vivido en 2019 y ahora, con mayor claridad, en 2022, cuando al crecimiento muy notable de nuestra economía hemos sumado un reparto mucho más justo de los frutos de la riqueza generada.

De esto no hay duda y ya tenemos la plena confirmación de que la economía mexicana está teniendo un desempeño excepcional, que el FMI, el Banco Mundial, la CEPAL y los analistas de las finanzas internacionales están tomando como ejemplo de una política económica exitosa de gestión de la crisis.

Ya el INEGI nos ha dado cuenta del gran año que hemos tenido durante 2022 en materia de crecimiento material y pronto veremos cómo, en agosto de este año, cuando el CONEVAL publique su informe sobre el estado de la pobreza en México, nos informará de la reducción de la pobreza y del progreso sustantivo que México ha tenido en los indicadores que miden la igualdad entre personas, grupos sociales y grandes regiones.

No hay duda: a pesar de los ciegos, que lo son por su incapacidad para reconocer la realidad, hoy México ya es un país más próspero, menos pobre y más igualitario.

Lástima que en el México de hoy tengamos que recordar a Saramago, aceptando que tenemos “ciegos que viendo no ven”.