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La necesaria ecuanimidad en las investigaciones, trabajos y acciones de equidad de género

Omar Jesús Gómez Graterol.- No es fortuita la vigencia y fuerza que ha adquirido la “Perspectiva de Género” en la coyuntura histórica presente. Se trata del esfuerzo que mujeres y hombres (aunque esto último resulte llamativo) han realizado por décadas procurando introducir mayor justicia en la población evitando, a su vez, que la aplicación de la ley y los derechos de las personas se condicionen por el sexo. Por lo menos en los países occidentalizados son grandes los empeños que se están realizando para lograr una mayor equidad entre varones y hembras.

Esta acción ha dado un protagonismo a la mujer como colectivo (y no solo como individualidad ya que en todas las épocas y sociedades hay evidencias de la participación de féminas que ha sentado hitos en la historia o introducido cambios en el curso de la misma, trascendiendo en el tiempo y el espacio). De esta manera, se observan múltiples organismos, públicos y privados, promoviendo y financiando políticas de empoderamiento femenino.

Se aplauden estas acciones pues suponen pasos importantísimos que está dando la humanidad para la construcción de sociedades más justas, ecuánimes y equitativas. Sin embargo, se aprecia con cierta inquietud que los trabajos que se están haciendo no llevan el mismo equilibrio para tratar ambos géneros. En efecto, existe la impresión que el énfasis se concentra en la temática femenil priorizándose este aspecto, incluso en los tópicos legislativos, descuidándose lo tocante a la masculinidad.

Pareciera esperarse que en esta reconfiguración que se está dando en la sociedad el papel del hombre, o por lo menos del sujeto varonil, se ajustará por una suerte de automatismos. Lo indicado, sin que esto requiera de alguna ayuda, o acompañamientos con dimensiones científicas, para introducir las modificaciones que son necesarias en lo concerniente al rol masculino, además de su desempeño en el ahora y en lo porvenir en las colectividades.

Mucho de la identidad masculina está poniéndose en tela de juicio con las discusiones que están surgiendo a partir de los procesos que se están produciendo. Esto implica que algunos de los elementos sobre los cuales se soportaba la identidad del varón se están cuestionando y demandan ser reemplazados. Sin embargo, este proceso se está dando con muchas carencias.

La incertidumbre y el cambio, con frecuencia, generan resistencias (o intentos por volver al pasado) y si no se ofrecen alternativas viables a lo desconocido solo se conseguirá que las transiciones a efectuarse resulten traumáticas para todos los involucrados en las mudanzas que se están fomentando. Por ello es necesario forjar nuevos paradigmas identificativos, para ambos sexos, que ayuden a suplir los modelos de identidad tradicionales logrando la anhelada equidad que se pregona en múltiples escenarios.

Actualmente, es más fácil aproximarse a la construcción de un concepto de lo femenino que de lo masculino. Se han retirado algunos fundamentos de lo que tradicionalmente definía a “ellos” frente a “ellas” sin reemplazar estas bases convenientemente. Esto, metafóricamente, es como si se edificara una casa colocando los soportes a la misma de un lado sin hacerlo en los otros, en algún momento el inmueble se desplomará, halando consigo también lo que tiene cimientos.

En tal sentido, esta situación dificulta al varón posicionarse frente a la realidad o ubicar su “lugar en el mundo”, lo que probablemente entorpecerá el anhelado cambio que se persigue para alcanzar la paridad genérica. Asimismo, puede afectar la consolidación del rol de las féminas.

Es difícil predecir cuáles van a ser los resultados que se obtendrán a futuro en estas modificaciones, pero somos testigos de que muchas de las acciones que se están ejecutando son muy sesgadas, descontextualizadas o simplemente tratan de demonizar a un género en relación al otro. Lo anterior respondiendo más a intereses revanchistas de algunos sectores o a interpretaciones sesgadas de la realidad, que en poco o nada contribuirán a que los seres humanos avancen unidos y donde las diferencias sumen en vez de restar.

Por lo expuesto, se exhorta a los científicos sociales, investigadores, líderes en todos los ámbitos, legisladores y comunidad en general; a abordar los contenidos ya señalados buscando que se proceda con la misma atención en ambos casos. De esta manera, se superaran lecturas que pretendiéndose “históricas” (pero descontextualizadas de las circunstancias que condicionaron ciertas conductas) plantean un sector como víctima y el otro como victimario. Mientras se acometa esta tarea con perspectivas científicas mayores son las probabilidades de formar mejores ciudadanos además de personas que se acompañen, complementen y ayuden.

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