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La gloriosa Ascensión del Señor a los cielos

Antonio Fernández.- Jesucristo Nuestro Señor al final de su vida terrena sube triunfante a los cielos. Refiriéndose a ello nos ilustra San León: “Porque el Hijo de Dios, después de haberse incorporado a los que la envidia del diablo había arrojado del paraíso terrenal, los lleva consigo al subir a su Padre.”

Pasamos al clamoroso triunfo profetizado por David: ¡La victoria de Cristo! “Pueblos todos, batid palmas; aclamad a Dios con cantos de júbilo; porque el Señor Altísimo, terrible y sublime es el gran Rey sobre toda la tierra.”

¡Cierto! Es Justo y misericordioso. He aquí que el conocimiento de la victoria final de Dios por intermedio de su divino Hijo, es la Ascensión gloriosa de Cristo Nuestro Señor a los cielos.

¿Que es gloriosa la Ascensión del Señor? ¡Claro que lo es! ¡Es el triunfo de Cristo Nuestro Señor sobre el demonio! Triunfo por el que la humanidad tiene asegurada la salvación eterna.

Desde luego, porque toda persona al pasar por este mundo superando al mundo hasta hacer suya la gloria por la que Nuestro Señor vivió, padeció y murió; es el triunfo por el que culmina su primera venida al mundo cumpliendo el anhelo del Padre.

Para ello derramó su preciosísima sangre de la que una sola gota hubiera bastado para salvar al mundo del pecado, fue necesario derramarla toda porque si de salvar la humanidad del pecado se trata, necesario es derramar toda por la causa de la humanidad que vive en gravedad extrema.

Porque es ese mismo nivel de gravedad en las almas pecadoras, así se requería fuera el pago, por ello llevó sobre sus hombros la cruz del oprobio y la afrenta de los pecados de cuanto ser humano ha, está y vendrá al mundo.
La afrenta vergonzosa del mundo es gigantesca, hoy más que nunca hundida entre el materialismo y la cobardía de perder la vida terrena, sin importar la muerte eterna del alma, la cual no lo entiende.

No lo quiere creer como tampoco aprecia el valor trascendente de lo que significa salvar su alma y tampoco le da el valor de ganar la gloria eterna; el triunfo de la Ascensión del Señor es el cumplimiento de la promesa hecha a sus discípulos: resucitar al tercer día según las escrituras.

El triunfo de su resurrección fue sentar las bases sobre las que instituyó Nuestra Santa Madre Iglesia la victoria de Cristo Nuestro Señor, la perfección de su obra divina es: ¡Su gloriosa Ascensión a los cielos!

El cristiano católico jubiloso de la divinidad de Cristo con pleno gozo de las facultades del alma atrae a su corazón la palabra del Señor: “Soy Yo el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre, sino por Mí”. No es una exageración afirmar que Nuestro Señor anuncia su Ascensión con tiempo de anticipación.

Entender el señalamiento, claro y sencillo, no es ni parece cosa fácil cumplirlo, pero cuando se está acostumbrado a las cosas del mundo, el incrédulo lo convierte en una ficción que ha hecho de ella un hábito, un escape para él son las críticas vanas como todo comentario irónico e insidioso que no merece Padre tan amoroso.

Cristo Nuestro Señor es el Pastor de las ovejas a las que nunca cesará de luchar por conducirlas al redil de sus pastos espirituales, tan cierto es que antes de morir dijo: “Todo está cumplido” para salvar al mundo del pecado.
Para eso hubo de peregrinar en el mundo anunciando la buena nueva por el camino inmerecido de la persecución e incomprensión, de los ultrajes y blasfemias y la negación repulsa a su enseñanza.

Su pasión Santísima podemos decir inició al derramar su preciosísima sangre al ser circuncidado, en la oración del huerto, durante el juicio en casa de Caifás, al ser abofeteado aflora su divina sangre de su rostro.

Sigue con el injusto maltrato con azotes sobre su divina espalda y el desborde de sangre en cada latigazo, cuando le fue impuesta burlonamente sobre su divina cabeza una corona de espinas puntiagudas.

La inmisericorde actitud del ser humano contra la misericordia infinita de Dios su Creador clava sus divinos pies y manos al madero de la cruz y al instante se esparció su sangre por sus brazos y pies hasta el suelo, siendo pisoteada por esos hombres.

Así continuó el suplicio hasta que cesó de salir de su divino cuerpo la preciosísima sangre, concluyó su pasión, crucifixión y muerte; mas las cosas no quedaron ahí, cuando el soldado da la lanzada sobre el costado en un cuerpo sin vida es entender, Nuestro Señor dio por su misericordia infinita mensaje a los siglos.

Al retirar esa lanza brotaron las últimas gotas de sangre porque ya no había más, con ella los pecados de la humanidad de todos los tiempos hasta el final del mundo están pagados.

}La gloriosa Ascensión del triunfo de Nuestro Señor Jesucristo es la redención de la humanidad pecadora, la consoladora promesa de salvación; la Ascensión de Cristo Nuestro Señor puso fin a su permanencia en los seres humanos uno de los artículos fundamentales de nuestra fe anunciado con anterioridad por Él mismo.

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