Dr. Arturo Castro.- La política es fiel como camino al ejercicio del poder, su práctica permite las interacciones con personas y con grupos a través de acciones inherentes a la búsqueda de objetivos precisos motivados por las propuestas y las protestas.
México se enfrenta a un nuevo proceso electoral, uno más de tantos que se han realizado. En 2024 se juegan miles de puestos públicos, entre los cuales se cuentan los de la zona fronteriza, ya sean federales, estatales o municipales.
Las caras de los contendientes son las de siempre, en el mismo o en otro partido político que les ofreció la oportunidad bajo sus siglas, solo con la solicitud inmediata de la lealtad, no a los principios, sino a las instrucciones ocurrentes o pensadas.
Encender políticamente a una sociedad requiere más que un pan o un refresco, son las propuestas las que prenden el debate y por consiguiente el deseo y la decisión de votar ese día tan singular, que define lo mismo y lo mismo, sin una real o virtual retribución.
Parece que todo está en el olvido y son los nombres los que cuentan, sin importar la currícula o el origen. Se vota también por los partidos, pocas veces por las ideas de los abanderados, de ahí que se requiere un cerillo para encender la chispa que se convierta en flama y tal vez en llama social.
Los nombres son lo de menos, los hay de todos los colores y sabores, de hoy, antes y desdenantes, lo que se busca es crear una imagen que levante al electorado en pos de mejores situaciones y niveles de vida.
Situaciones que eviten la división de la ciudad por un tren de carga a pesar de los esfuerzos de solución que se presentan, que distinga una buena inversión de aquello que se tira inmensamente.
Léase el centro de convenciones, caminos bicicleteros o cámaras de un programa Centinela que ya se cobraron, no trabajan y que son parte de la pleitesía a los tubos esquineros de cualquier crucero.
La chispa debe ser para entender lo que se busca y se quiere, para encender una llama que sea una hoguera permanente que invoque el desarrollo de una gran ciudad, de una gran frontera, de un gran país.
Que viene de la adoración de dioses míticos a la de políticos mesiánicos por parte de la sociedad civil, ahora llamada pueblo, que además es bueno y sabio, pero no lo sabe.
La política es un arte, quienes están en ella deben creérselo y lejos de ser un enigma, convertirse en legitimadores de las aspiraciones de la sociedad, sin mentiras y sin tapujos, solamente con acciones y realidades.
La sociedad enjuicia para bien o para mal, abraza y castiga los momentos de los protagonistas sin pensar en quienes son; entonces, la idea es hacer las cosas correctamente para seguir o salir de los diversos escenarios con dignidad.
La chispa política produce una llama social, que les quede claro a los partidos, a los aspirantes y a la llamada cargada, que juntos hacen y deshacen lo que el poder les permite, que en ocasiones supera la fantasía y el imaginario de un pueblo que tiene la esperanza de ser y estar mejor.