Inicio DESDE AQUÍ La balanza: déficit en austeridad y superávit en corrupción

La balanza: déficit en austeridad y superávit en corrupción

Alejandro Zapata Perogordo.- Como dogma de conducta, López Obrador impulsó la llamada austeridad republicana, aplicable tanto para la administración pública como en un estilo de vida personal de los cuatroteístas, pues debía predicarse con el ejemplo.

Decía, que los lujos, los excesos y la parafernalia eran parte del pasado neoliberal, prácticas elitistas de los privilegiados de otras ápocas. Así, alardeaba traer solamente un billete de doscientos pesos en la cartera, a la vez que utilizaba un modesto vehículo compacto, manejado por su inseparable Nico, para trasladarse.

Sin embargo, sus pupilos no aguantaron, comenzaron a exhibirse con suntuosas recepciones festejando uniones nupciales, lo que le costó la chamba a más de uno, al considerar que esas extravagancias eran contrarias a lo que pregonaba el Movimiento de Regeneración Nacional.

No obstante, han continuado exhibiendo su poderío económico, sus ganas de gastar y su vida en opulencia. Ejemplos hay muchos. Recientemente se vio al Secretario de Economía, Marcelo Ebrard, disfrutando un partido de futbol en Madrid, en lugares cuyo costo asciende alrededor de dos mil euros; mientras que Noroña viaja en primera clase a Francia, a una reunión en el Parlamento Europeo; Ricardo Monreal trasladándose en helicóptero en la Ciudad de México o Andy, luciendo una chaqueta valuada en varios miles de euros, solo por mencionar algunos. ¿Dónde quedó la congruencia?

Lo mismo acontece con la administración pública, pues, aunque verbalmente se impuso la misma regla, en aras de eficientizar el gasto gubernamental, en los hechos se aprecian erogaciones muy por encima de lo presupuestado, lo que indica una grave falta en el manejo de los recursos en perjuicio de las finanzas del Estado.

En los gobiernos estatales pasa algo similar. En términos generales, en su gran mayoría la austeridad solamente forma parte de un discurso hueco frente a una realidad alejada de su significado al dilapidar el erario sin recato ni beneficio social alguno.

Tampoco es posible ignorar que, ante el ineficiente manejo de los recursos públicos, además de la burla de quienes proclaman la austeridad y muestran su desmesura, habremos de sumar el lastre de la corrupción que se encuentra metida hasta la médula del régimen.

Estas cuestiones no son susceptibles de atribuirse a diferencias de carácter ideológico, estrategia regularmente utilizada para descalificar las críticas, sino que versan sobre la moral pública que debe ser atendida con urgencia ante la evidente descomposición del sistema.

Basta echar una ojeada a los medios de comunicación, a las redes sociales y leer los artículos de los líderes de opinión pública para darnos una idea de lo que está ocurriendo.

A diario aparecen denuncias sobre abusos de poder, otorgamiento de contratos sin licitar, huachicoleo de todo tipo, compras gubernamentales a sobreprecio, etc., todo en contubernio, algunos ricos se hicieron políticos y algunos políticos se hicieron ricos.

Luego, entonces, es predecible anticipar que mientras no exista orden, los problemas seguirán creciendo. Las arraigadas prácticas del dispendio, corrupción y encubrimiento, que son el pan de cada día, de continuar por esa línea nos conducen a destinos inciertos, germen de la anarquía, la confusión y el caos.