Javier Armendáriz Cortez.- Israel Holtzeimer es el autor de “Artemisa Café” (FETA, 2012), una novela policiaca que aborda el terrorismo en México, y de “Balada de los ángeles caídos” (Ediciones B, 2018), en la que juega con una ficticia Segunda Guerra Santa, haciéndose eco de los protagonistas de la Cristiada a finales de la década de 1920.
Fue galardonado con el premio Border of Words y ha sido beneficiario del programa Jóvenes Creadores del Fondo para la Cultura y las Artes. Nos platica un poco sobre el medio literario en el país.
¿Qué es ser escritor en México?
Depende dónde te muevas y para quién escribas. Pero pienso, salvo muy contadas excepciones, que ser escritor en México es abrazar la miseria, el vacío existencial, el humo de segunda mano en todo lo que haces. La total despersonificación del ego en búsqueda de la literatura.
¿Existe corrupción en el medio literario?
Sí, claro. Donde haya algo manejado por hombres, más si estos son mexicanos, habrá corrupción. La literatura no está exenta. Uno pensaría que, por ser intelectuales, habría más justicia, pero no. Los intelectuales también roban, crean mafias. Creo que los escritores somos un terrible reflejo de la sociedad, no precisamente sus críticos.
¿Qué género disfruta más?
Definitivamente la novela, y novelas extensas. En México hay una predilección por la publicación de obras cortas. Simplemente no me he podido subir a ese barco. Todo lo que escribo termina siendo inmenso y ridículo. Últimamente he estado trabajando mucho el cuento, me resulta difícil, aunque cada vez consigo entenderlo mejor. Los demás géneros ni siquiera los he tocado, no soy muy versátil: no escribo poesía, ni ensayo o cualquier otra cosa que no sea narrativa.
¿Ha llegado a experimentar un bloqueo creativo?
¡Claro! Vivo en un bloqueo creativo permanente, aunque tal vez llego a confundirlo con apatía. Sufro de una abisal apatía que me impide terminar proyectos elefantiásicos que optimistamente me propongo. Estoy seguro de que algún día los terminaré, pero tengo que luchar constantemente contra mis propias limitaciones y poca autoestima.
¿Cuándo se consideró un escritor?
Creo que fue cuando publiqué. Soy de los que piensa que escribir no te hace escritor. Escribía desde mucho antes, pero cuando logré publicar una novela a nivel nacional, ganar un premio de literatura, fue lo que hizo que me presentara como escritor en determinados círculos. Sobre todo, lo que hizo que la misma gente me identificara como uno.
¿Es mejor un Best-seller o el reconocimiento de otros escritores?
A esta edad me quedo con el Best-seller. Algo que me diera la estabilidad para dedicarme a leer y a escribir el resto de mi vida, más allá de si es una saga juvenil de vampiros o una novela erótica para amas de casa. Ya pasé la etapa de los ideales.
¿Cómo se consigue editorial en México?
Buena suerte con eso —risas—. Es muy difícil, necesitas moverte en muchos ambientes, tocar muchas puertas, también algo de suerte. Y el resultado, en un gran porcentaje, no es para nada el esperado. Sin embargo, ya hay tecnología y medios para publicar de manera independiente. Creo que a estas alturas viene siendo lo mejor, solo que seguimos siendo románticos y amantes de las viejas formas.
¿Cuáles son sus influencias?
Tengo muchas y muy difusas. Te puedo dar algunos nombres como Kafka, Rulfo, Wilde… Uno que me encanta citar como Joyce. Aunque actualmente, lo que escribo, está muy lejos de ellos y creo que me iré alejando cada vez más. Actualmente me siento muy cercano a la Ciencia Ficción: Bradbury, K. Dick. Aunque estoy seguro que, en un par de años, te daré otros nombres.
¿Qué consejo daría a los jóvenes que quieren ser escritores?
Que no lo sean —risas—. En México no es gratificante ser escritor. Necesitas ser masoquista, estar muy enamorado de tu obra para que realmente disfrutes un carnaval de autopromoción en redes sociales. Bueno, hablando en serio, el único consejo que siempre le doy a los jóvenes es leer, leer un montón, que los libros nunca sean suficientes. La lectura masiva los hará humildes, autocríticos, algo que falta muchísimo en el medio, donde reseñar mal un libro te hace enemigo de su autor y del círculo en el que se mueve. Es penoso y absurdo.