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Iglesia y gobernantes electos

Padre Eduardo Hayen.- El 6 de junio pasado elegimos democráticamente a María Eugenia Campos Galván, candidata del PAN como gobernadora de Chihuahua, y a Cruz Pérez Cuéllar, candidato de Morena, como el próximo presidente municipal de Ciudad Juárez. Ante todo hemos de alegrarnos por la participativa jornada electoral que tuvimos, por los millones de católicos de México que no se contentaron con dar culto a Dios en los templos, sino que expresaron su amor a su país y a su ciudad mediante el voto consciente, libre y responsable.

Nos alegramos también por el INE y el IEE, instituciones que cumplieron con su labor de organizar la elección y velar así por la consolidación de la democracia. Aunque se vieron largas filas de votantes en muchas de las casillas; sin embargo, reconocemos y lamentamos que es copioso el número de católicos que aún viven desinteresados en los asuntos políticos. El Papa León XIII decía que “no querer tomar parte alguna en la vida pública es tan reprensible como no querer prestar ayuda alguna al bien común” (Immortale Dei, 22).

Además de felicitar a Maru Campos, a Cruz Pérez Cuéllar y a los diputados del Congreso Estatal y Federal, les recordamos a ellos que, gracias al pueblo que los eligió, dentro de poco tiempo tendrán calidad de autoridades. Sabemos que, en el fondo, toda autoridad viene de Dios y por ello está sujeta a las leyes divinas. Si no viniera de Dios, nadie estaría obligado a obedecer a los gobernantes ni a cualquier autoridad. Recordemos siempre que la obediencia a nuestros padres, maestros, jefes y mandatarios tiene un fundamento ético-religioso.

Exhortamos a la gobernadora, al presidente municipal y a los legisladores electos a superar la tentación de gobernar a su arbitrio teniendo como única referencia el pueblo soberano. Dar gusto a la soberanía popular como único criterio de gobierno, fácilmente conduce a la creación de un orden político sin Dios, sin ley moral, sin orden natural, y entonces termina por volverse contra Dios y contra el mismo pueblo, contra la naturaleza y sus leyes. Quienes seremos gobernados por las nuevas autoridades confiamos en que Dios y su Ley gobernará sus almas. Solo así podremos esperar un gobierno feliz para todos.

Exhortamos también a los gobernantes electos a dejar a un lado los intereses partidistas de cada uno para fomentar, entre ellos, un diálogo maduro y constructivo para el bien de México, de Chihuahua y Ciudad Juárez. Los antagonismos partidistas y las luchas de intereses es siempre decepcionante para el pueblo que espera la colaboración entre sus autoridades para edificar el bien común.

Aunque los proyectos políticos estén basados en plataformas ideológicas diversas, cuando existe amor por la comunidad y madurez política, se puede llegar a acuerdos que sean alegría para todos. Confiamos en que Maru y Cruz sabrán construir una buena relación de trabajo.

Como católicos nos alegramos por nuestros gobernantes electos. Tenemos el deber de orar para que la sabiduría de Dios los asista y hemos de estar dispuestos a colaborar con ellos en todo aquello que promueva y respete la dignidad de las personas y las familias en lo social, cultural, político, jurídico y en lo económico.

De esa manera los católicos en la vida pública, guiados por nuestra fe y amor a Cristo, contribuiremos a construir la ciudad terrena, en la cual se juega la salvación eterna de los hombres.

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