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Futuro preocupante

Alejandro Cortés González-Báez.- Todos tenemos la experiencia de vivir, o saber que otras personas viven, en una constante situación de tensión a causa de los vicios de algún familiar: Puede ser el esposo, la esposa, un hijo, el papá…

Cuando se tiene a un “adicto” en la casa, todos resienten las consecuencias de sus vicios: Alcoholismo, drogadicción, ludopatía, en primer grado; algunos, y otros como la pornografía, mitomanía (vicio de mentir) y otros, que suelen traer efectos de menor gravedad para quienes conviven con ellos.

Claro está que esto no es una regla fija, pues en ocasiones estos hábitos sí pueden ocasionar daños de más importancia. Todos estos vicios tienen algo en común: el debilitamiento de la voluntad. 

Tomando en cuenta lo arriba dicho, podemos vislumbrar que en el futuro tendremos una proporción enorme de viciosos como consecuencia de la dependencia que tienen los niños por el uso excesivo de los aparatos electrónicos; tanto la computadora como los celulares, los videojuegos, etc. Resulta evidente que los psicólogos y demás terapeutas están atendiendo cada día a más personas con todo tipo de adicciones. 

Otra de las características negativas que trae este fenómeno es la incapacidad de reconocer que se es víctima (entiéndase también, “enfermo”) de estas patologías. Lo cual dificulta, o incapacita, a quienes las padecen de aceptar su condición y por lo mismo, de rechazar la ayuda de tratamientos y terapias que los puedan ayudar. 

Si las responsabilidades del trabajo profesional, y de hacer cabeza en una familia, requieren de una sólida madurez, y capacidades para poder comprometerse en la toma de decisiones serias, resulta evidente que las personas que son víctimas de los vicios se encontrarán en franca desventaja cuando quieran comprometerse siendo ya adultos. 

No debería extrañarnos que los porcentajes de divorcios vayan creciendo, pues estamos frente a un aumento exponencial de personas inmaduras. Algunas de las manifestaciones de esta problemática se manifiestan en reacciones desmedidas de mal humor, faltas de respeto, miedos e incapacidad para modular el tono de voz que suele ser muy alto y con frecuencia con palabras groseras. 

Por mi experiencia como director espiritual me encuentro ante muchos padres de familia que no saben cómo manejar las adicciones de sus hijos y recurren a las amenazas, los castigos y la suspensión en el uso de los equipos electrónicos, pero no están favoreciendo el aprecio y el fomento de las virtudes que combatan el egoísmo que suele estar en la base de esta problemática. 

Un hábito positivo bastante distorsionado en nuestra época es “la fortaleza”, que suele confundirse con el tono muscular de quienes levantan pesas en los gimnasios. Está claro que esta virtud se requiere, por ejemplo, en acostarse y levantarse a la hora debida y en mil detalles más de la vida ordinaria. 

En el proceso educativo de los hijos habrá que poner especial atención a las manifestaciones del egoísmo que tanto daño nos hace.

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