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Estrés

Alejandro Cortés González-Báez.- Hace varios años me sorprendió un fenómeno del que no tenía conocimiento. Al subir al Cerro de Las Mitras por el lado norte y llegar a la cresta (1,900 metros, aproximadamente, sobre el nivel del mar), y cuando ya alcancé a ver la ciudad de Monterrey desde lo alto, pude escuchar el rugido de la ciudad.

Es un sonido áspero, sordo, algo así como el ronquido ahogado de alguien que está muriendo, pero sin intervalos, es constante. Estoy seguro que a la gran mayoría de los habitantes de las grandes urbes este hecho nos pasa desapercibido todos los días. Es una de tantas realidades con las que convivimos sin percatarnos de su presencia.

Este es uno de los muchos factores que intervienen en la producción del estrés que tanto nos afecta. De hecho, según muchos estudiosos de sociología, psicología y demás ciencias afines, las causas más comunes del estrés son: Los factores económicos. Sobrecarga de trabajo. Falta de satisfacción laboral. Relaciones personales tóxicas. Atención a la familia. No saber decir “no”. No tener tiempo libre. Actividades extraescolares de los hijos. Mucho tiempo en el tráfico. Obsesionarse con la perfección. Falta de interés en las ocupaciones. Desorden. Falta de capacidad para cumplir con las exigencias profesionales, familiares y de estudio.

En Internet encontré esta definición: El estrés es la reacción sobre la persona ante un desafío o demanda. En pequeños episodios el estrés puede ser positivo, como cuando nos ayuda a evitar el peligro o cumplir con una fecha límite, y puede provenir de cualquier situación o pensamiento que nos haga sentirnos frustrados.

Llevamos algunas décadas hablando del famoso estrés. Lo cierto es que los porcentajes de problemas emocionales van creciendo y complicándose en todo el mundo. El tema es común en nuestras conversaciones, pero los remedios que debemos poner para superarlo, no son parte de nuestra vida.

Por poner un ejemplo muy común: nos percatamos de que necesitamos descansar durmiendo un mínimo de 7 horas en la noche, pero solemos perder parte de ese precioso tiempo viendo videos insustanciales en el celular, aun cuando sabemos que la falta de sueño produce una baja de las defensas en nuestro sistema inmunológico.

Vivimos metidos en el enorme ruido externo y, además, en el ruido interno de aquellas ideas que nos quitan la paz, incluso cuando solo existen en nuestra imaginación y nunca lleguen a presentarse en nuestra vida futura. Si a esto le sumamos las frustraciones de nuestros errores pasados, y la mala imagen que dejamos ante otras personas, podemos terminar ahogados en un mar de miedos y frustraciones.

Nos urge una labor de limpieza para tirar los tiliches que tenemos en la cabeza. En otras palabras, necesitamos deshacernos de esas ideas inútiles y negativas con las que solemos llenar nuestra imaginación dándole a esas fantasías categorías de realidades, hasta que las convertimos en pesadas piedras que cargamos sobre nuestras espaldas como el mítico Pípila.

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