Inicio ADHOCRACIA En política ceder es caer

En política ceder es caer

Arturo Castro.- La experiencia política como todo, se consigue con la práctica, lo cotidiano es obtener triunfos en cualquier momento, relaciones personales e institucionales que permitan conseguir lo que se busca y lo que se encuentra.

La política es un arte como muchos, con la diferencia de que es insana por las envidias y las avaricias que ocasiona el delirio de conseguir el poder por el poder mismo, las ganas de triunfar crean efectos de animadversión en su imagen frente a la sociedad.

La satisfacción de estar en política a pesar de ello es muy grande, tener el control en todo momento pasa de la ilusión a la realidad, cuando se es novato el provecho es mínimo, al pasar el tiempo se adquieren las habilidades necesarias para despejar los caminos.

A veces no se sabe dónde se está, pero con poder y autoridad se ve un mundo diferente, se disfruta el apoyo de los amigos y aun de los desconocidos que están detrás, que creen en el proyecto en el que se ofrece un sentimiento de que se está aportando un bien.

Lograr una identificación con la sociedad ocasiona una penetración que lleva al político a mejores estadios. Llegar a la mente de las personas y en ocasiones al corazón no lo hace cualquiera, la relación puede ser repentina a partir de alguna acción o de años de trabajo, considerando el principal aspecto en política: el dinero.

Un político pobre es un pobre político decía el Profesor Carlos Hank González del Grupo Atlacomulco de donde han salido los últimos gobernadores del Estado de México; a pesar de este factor existen momentos inspiradores de gran valía para la imagen del político.

La sociedad siempre tiene un lado sentimental a la hora de aceptar a un político, lo cuestiona y lo hace proactivo de la gestión social, la competencia frente a otros personajes es todo un reto en el que solo se busca ganar en un ganar-ganar.

La política beneficia y afecta según sus resultados sin sorprender a nadie, se provoca una película diferente en cada ocasión y región, en su caso del país, lo tradicional es aguantar hasta el final y observar el paso sonriente de los ganadores.

En este medio la soberbia, la indiferencia y el desprecio son recursos inapropiados que aparecen en las personas que van subiendo peldaños a manera de candidaturas y sin voltear hacia atrás tienen una meta sin final.

El camino siempre es duro, aunque no es nada fuera de lo común, he mencionado anteriormente que la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos, por lo que hay días en que se quiere salir y comerse al mundo, la crítica no interesa, la imaginación es la base para avanzar.

La sociedad debiera exigir un mayor profesionalismo al político, no dejarse llevar por la torta y el refresco, a veces convertida en despensa, el cambio debe venir de la gente y no dejar al político el libre albedrío de ponerse a trabajar, decisión que pocas veces llega.

En política ceder es caer, no se pueden dar facilidades a los rivales, información que en reversa tenga efectos negativos, todos quieren saber lo que la gente quiere, no alcanzan a comprender que lo que se busca es el bienestar en general, alcanzar un desarrollo pleno para estar mejor.

La toma de decisiones debe ser de frente a las personas y no ante un espejo que aprobara de inmediato la propuesta, la política es de una  proyección permanente, representa la magia de recibir la aprobación pública de las acciones emprendidas.

Así, no se deben hacer concesiones porque eso es ceder ante las acciones de los contrarios que antagónicamente desaprueban todo lo que se hace y se dice. La política no es un misterio, está abierta a la opinión pública que ofrece dulces sonrisas y miradas que matan.

Avanzar para fortalecer el camino sin ceder a las malas influencias de las antítesis políticas, ser perseverante y tener un carácter fuerte, tener una autoestima que lo lleve a causar buenas impresiones son las características del político para triunfar.

Lo importante es hacer lo que se quiere hacer, a veces no se contempla lo que se debiera hacer, defender la actividad sin arrepentirse de nada, el punto es dedicarse a la política con pasión, sin oportunismos ni chantajes.

El político puede ser el más notorio personaje del medio, pero cuando decide que no desea que nadie lo note, nadie volteará hacia él. Es la pausa obligada por las circunstancias.