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En la Hoguera

Es de bien nacidos el ser agradecidos… Este domingo, reflexionando sobre el tipo de vida que llevo, lo que he hecho y lo que he dejado de hacer, me di cuenta que nunca he sido tan agradecido como debiera con Dios, es más, he sido hasta cobarde para aceptarlo como un tema central en mi vida, creo que hay muchos que evitamos el tema con cualquiera por evitar ser juzgados “locos, “fanáticos” o hasta hipócrita” porque así somos los humanos.

Por un lado queremos pertenecer a las grandes masas y por otro somos rápidos con nuestros juicios, emitimos fallos y sentencias sin haber dado oportunidades iguales a las partes involucradas de abogar por sus causas o justificar sus procederes. 

En el caso de cómo solemos tratar el tema de Dios, somos hasta cuidadosos de guardar para nosotros mismos nuestras creencias, aprendidas, inculcadas o reveladas a través de testimonios, por el qué dirán, o el qué pensarán de mí. 

Somos seres ingratos, negamos a quien todo le debemos, ya sea por comodidad, por evitar ser juzgados o por temor, pero si nos ponemos a analizar, la vida con todo y sus agravantes ha sido un maravilloso regalo, que solo un ser infinitamente generoso podría habernos regalado. 

No se preocupe, no estoy predicando ni tratándolo de convencer de nada, solamente comparto y comunico una reflexión personal, para evitarle agobios, investigaciones y emitir juicios, me adelanto y me presento como el ser humano más insignificante, más pecador y más defectuoso que usted pudiera jamás haber conocido, pero ese es un juicio sobre mí, no sobre el Dios del que le hablo. 

Él es tan generoso, tan fuera de nuestra comprensión, que aún a mí, que soy lo peor de lo peor me ofrece redención y la posibilidad de vivir la eternidad bajo su tutela y cuidados. No se trata de impartir justicia, que muchos quisiéramos ver, se trata de amar con una capacidad que rebasa nuestra capacidad de comprensión y le retribuimos su grandeza con nuestra pobreza de espíritu, nuestras limitaciones y nuestras quejas. 

A su magnificencia, generosidad y grandeza, en la que nos rodeó para vivir según su palabra, no le prestamos la importancia que tiene, mal lo aceptamos y rezamos unos minutos y lo desplazamos de nuestra conciencia con tanta facilidad en nuestra búsqueda de ser, de estar, de tener y hasta mezquindad afectiva con la que le pagamos, él solo nos brinda más amor, más esperanza, más comprensión y con eso rebasa nuestra capacidad de entenderlo, de agradecerle y aunque parezca increíble, todavía tenemos hasta la audacia de juzgarle, como si nuestra limitada versión o percepción de lo que conocemos nos brindara la autoridad moral para hacerlo. 

Sé que no tengo la capacidad de entenderlo, sé que no tengo ni siquiera la capacidad de retribuirle su amor con un amor similar, porque simplemente no está esa capacidad en ninguno de nosotros, moderándolos poco a poco. Lo invito a meditar, a agradecerle y por lo menos a perder el miedo de ser juzgados por reconocerle. 

Cría cuervos y te sacarán los ojos… Si bien es cierto que en la práctica nunca ha existido un estricto control fitosanitario y zoo sanitario en nuestro país por nuestra proclividad a la corrupción, por lo menos aparentábamos tenerlo, ponerlo a funcionar al 100 % era solo cuestión de voluntad política y social. 

Teníamos las leyes que protegían a la agroindustria mexicana, el aplicarlas como lo mencionábamos sólo era cuestión de criterio. Pero ahora, con el decreto publicado el 19 de octubre de este 2022, en aras de abaratar la canasta básica para nuestro pueblo se abre peligrosamente la posibilidad de enfermar nuestro sector agroindustrial y por ende al pueblo mismo que lo consume. 

Los riesgos de contagios y plagas a nuestro campo y sus productos se agigantan pues se responsabiliza a las mismas compañías importadoras de cuidar los aspectos fito y zoo sanitarios. 

Las plagas, hongos y enfermedades que pueden acabar o reducir significativamente nuestros cultivos y nuestra producción aviar, porcina, caprina, bovina, equina y demás puede entrar por las fronteras abiertas a través de los productos importados. 

La diputada Federal María del Refugio Cámara Jáuregui no solo nos advierte del peligro sanitario, sino que además es plan con maña, pues mientras las compañías que se registren como importadoras no serán vigiladas por la Senesica y la Cofepris, tampoco Hacienda impedirá que compren plantas de producción en el extranjero e importen sus productos sin supervisión al país, mientras que los productores nacionales seguirán bajo la supervisión de dichas dependencias. 

Un poco de visión extendida, nos indica que se dan las condiciones para terminar sofocando a los productores nacionales y crear con ello prácticas de monopolio, que por necesidad de consumo nacional se perpetuarán por un larguísimo tiempo. 

A finales del siglo XX recordamos que se comercializó en nuestra ciudad sin sanción alguna una carne procedente de Australia, que no podían vender allá porque no había pasado los exámenes sanitarios de aquel país y aquí en nuestra ciudad se vendió dando generosas ganancias a quienes inconscientemente la importaron. 

El regreso de la tuberculosis, salmonelosis, gripe aviar, porcina, virus del Nilo y una larga lista de etcéteras, no solo afectaría la producción sino la exportación del producto mexicano que ahora existe a Japón, Canadá y los Estados Unidos de Norteamérica en un directo y serio retroceso a nuestro ingreso bruto.