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El vecino exigente

Alejandro Zapata Perogordo.- Cada país ve las cosas conforme a sus intereses y conveniencias; así los acuerdos se construyen a partir de una visión particular, son una toma y daca en puntos de coincidencia, procurando las partes conseguir un beneficio.

Nuestros vecinos del norte están conscientes que tenemos una gran dependencia económica con ellos, aspecto que desde luego no tiene punto de discusión, como tampoco el hecho que su seguridad nacional tiene una parte estratégica en la frontera entre ambos países, que ha sido porosa.

En esa medida, la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos pone en evidencia su incomodidad; esa molestia la ha restregado desde tiempo atrás, al considerar que estamos en falta sin hacer los esfuerzos necesarios para cumplir los compromisos.

Debido a ello, determina implementar una serie de medidas drásticas en la zona fronteriza; la deportación de migrantes y la declaratoria como organizaciones terroristas a los cárteles de la droga constituyen acciones unilaterales con efectos en México, dando un viraje en las relaciones bilaterales.

Además, esas decisiones al interior de su país son apreciadas y valoradas con aplausos; es una manera de darnos también un jalón de orejas, una especie de sanción que nos invita a poner en orden la casa, no obstante, nos sentimos lastimados por las formas y el fondo.

Si bien, es cierto que las acciones del nuevo presidente de ninguna manera pueden calificarse de cordiales, lo cierto es que nos obligan a entrar en un proceso de reflexión y a reaccionar sobre nuestras políticas públicas, a revalorar la relación con Estados Unidos que a partir de ahora cambia totalmente y analizar el papel que debe adoptar México en el entorno con el exterior y particularmente con los vecinos.

Existen muchos temas en común entre los dos países, a ambos nos conviene tener un vínculo de coordinación, cooperación y colaboración, cuestiones que no son dilema; por el contrario, resultan aspectos esenciales para un buen entendimiento.

El punto álgido se presenta en lo que consideran un desorden al interior de nuestro país que pone en riesgo la seguridad del vecino; el mensaje es muy claro, sobre todo que conocen a la perfección la situación y los detalles que prevalecen en México, están hartos de dobles caras.

Entonces, su postura nos obliga a definiciones claras y contundentes, no quieren vecinos infieles, sino leales, que seamos serios frente a los compromisos, dando los pasos necesarios en la relación sin ambages ni ambigüedades.

Valga decir que en esta ocasión ni siquiera se permitió el diálogo, se cumplió la amenaza y lo que falta, si no nos ponemos las pilas. Este primer golpe es duro, nos obliga a cerrar filas; sin embargo, el gobierno debe hacer lo suyo, de nada sirven los discursos nacionalistas.

No es un enfrentamiento, es una llamada de atención para ordenar la casa, no se puede ocultar el clima de violencia, la corrupción y la impunidad que tenemos, aunado a un camino donde se está perdiendo el Estado de Derecho y cada quien hace lo que le plazca.

Es una primera llamada. ¡Ojalá sea la última!