Nadie puede continuar siendo un rebelde sin acabar siendo un autócrata. Lawrence Durel, escritor británico
Cuauhtémoc Monreal Rocha.- Ahora resulta que el Viejo que vive anidado en Palacio Nacional, se ha convertido en el “paladín” de los dictadores de América del Sur y del Caribe, a quienes el presidente de Estados Unidos no quiere invitar a la Cumbre de las Américas, no por dictadores, sino porque sus servicios de inteligencia descubrieron que estos entes del mal (aunque también son humanos como los narcos), están contagiados ¡joder!, con el virus del mono o del simio, que para el caso es lo mismo.
Ni hablar del peluquín; lo que sí es cierto es que AMLO Y BIDEN no son almas gemelas ni viven vidas paralelas, pues ambos a la par con Londres, viven en mundos diferentes y por lo mismo, no caben en la citada Cumbre.
El de Macuspana es dogmático, el del Tío Sam, es pragmático. He ahí la diferencia, salvo opinión en contrario. A Biden lo trae de cabeza, entre otros muchos problemas, el problema de la migración masiva a su país; al “paladín” de la América Latina lo traen loco, pero de alegría, las remesas que llegan desde el otro lado del río Bravo. ¿O no?
El Viejo de Macuspana vive en el pasado, el viejo de la “White House”, en el futuro. ¿O no? Si yo fuera diputado, como dijera Cantinflas, o mejor dicho, si yo fuera el presidente norteamericano, mejor suspendería la susodicha Cumbre, al cabo es puro bla, bla, bla y nada de realidá.
Lo bueno de la cosa es que ya sabemos cuál fue la razón del viaje del “paladín” a Centroamérica: Fue la vía para despistadamente llegar a Cuba, entregarles petróleo y unos cuantos dólares al dictador, a cambio de que nos enviara el hermano Canel, 500 agitadores 500 con aviesos intereses, quienes junto con el crimen organizado o desorganizado, obstaculizarán, hasta donde sea posible, el paso a la transición pacífica en el 2024. Al tiempo. Vale.