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El milagro mexicano y el liberalismo de AMLO

Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- El desarrollo estabilizador fue una política fiscal y de estabilización monetaria implementada de 1954 a 1970, fue un periodo de crecimiento que se conoce como el milagro mexicano. El secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, encabezó las políticas públicas (2 sexenios) para fortalecer el valor del peso ante una potencial devaluación.

Asimismo, se hicieron notables reformas al sistema fiscal, se aplicó con responsabilidad el uso de los recursos y, por primera vez, incluyeron en el presupuesto las estimaciones de gastos e ingresos de los organismos descentralizados y empresas del Estado. La inversión se concentró en la educación para abatir el analfabetismo, en la industria y en comunicaciones y transportes, aunque se destinó muy poco al fomento agropecuario. 

México fue accesible al capital extranjero, con preferencia por Estados Unidos, era una política de bienvenida al capital extranjero que incluía beneficios en los impuestos. El notable crecimiento económico del país entre 1955 y 1967 cuando el Producto Interno Bruto (PIB) se incrementó de 88,218 a 304,600 millones de pesos con tasa media anual de 10.9%. 

El ahorro creció casi al doble, pues pasó de 26.2% del ingreso nacional a 40.9%, pero la población también aumentó de 30 a 40 millones de habitantes. En esos años para Desarrollo y estabilidad la producción del país (PIB) en 1967 por persona era de 533 dólares.

El desarrollo tenía dos debilidades principales: Que la inversión pública se apoyó en gran medida en créditos otorgados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con el pago del servicio de deuda que implicó. Por ejemplo, el Banco Mundial prestó a México 400 millones de dólares, de ellos la Comisión Federal de Electricidad (CFE) recibió 130, el más alto. Esa banca internacional todavía nos tiene agarrados de los “dedos”.

La otra debilidad era la escasa inversión en el desarrollo del campo.

La sociedad inconforme, sobre todo los trabajadores que deseaban formar sindicatos y los jóvenes estudiantes que pedían más apoyo del gobierno, todos unidos protestaron y el pretexto era el costo de la deuda, por lo que esa generación, al salir a las calles y protestar por primera vez con fuerza, fue aplacada con toda la fuerza represiva del Estado. (Recordemos que el sexenio de Adolfo López Mateos fue el más represor, aunque se desconoce ese aspecto por las matanzas de Tlatelolco y Corpus Christi). 

Volvamos al tema: Durante el desarrollo estabilizador era obligado que todo trabajador, empresario, obrero, campesino, maestro y servidor público pusiera su parte para lograr la meta común, por lo que todo movimiento que atentara contra el clima de paz sería silenciado a toda costa, aun encarcelando a los líderes y a quien cayera en manos de la policía. La represión fue implacable contra todos: el movimiento magisterial (1958), la huelga ferrocarrilera (1959) y el movimiento médico (1964-1965), siendo perseguidos, despedidos y encerrados en la peor cárcel del país: “Lecumberri”.

Existía un compromiso de ALM con el mundo: La organización de los Juegos Olímpicos del 68 que, por cierto, GDO pretendió renunciar, trasladarlos a otro país, en fin, no quería las olimpiadas en México, pero era tarde para rajarse. 

Esa justa deportiva mundial dio a los organizadores -ya para entonces- profesionales de las huelgas, el mejor pretexto para salir, de nuevo, a las calles a cuestionar al gobierno, que por miedo de GDO a deteriorar la imagen de México en el plano internacional, y menos ante el evento que se organizaba, que todo tenía límites y que ya no podían permitir que se alterara el orden jurídico cuando el país y su figura como presidente estarían a los ojos del mundo, por lo que sus colaboradores, entre ellos LEA, lo mal aconsejaron, incluso actuaron a sus espaldas y aprovecharon que salió a Jalisco a una gira de trabajo, para tomar decisiones sin consultarle.

El Estado con LEA a la cabeza en ausencia de GDO abandonó el diálogo y dio aquel golpe brutal y sangriento del 2 de octubre de 1968. Aun así, GDO asumió toda la responsabilidad histórica de los hechos. Luego cometería el error más grave de su vida: designar candidato a LEA.

La sociedad se convulsionó con la muerte de los estudiantes del 68, a la que luego se agregó la infamia del 71 cuando LEA ordena la masacre con los halcones. Luego continúa con un gobierno de caprichos y ocurrencias que propicia reclamos cada vez más fuertes por los problemas económicos de ese sexenio de LEA que desestabilizó el país en todos los aspectos y que culminó con la primera macrodevaluación del peso.

Otro factor fue el gran debilitamiento del sector agrícola por las invasiones impulsadas por el propio gobierno que tenía como premisa utópica superar a Lázaro Cárdenas en reparto de tierra a los campesinos. Era un sueño guajiro de LEA impulsado por su cortesano y vasallo Augusto Gómez Villanueva; ambos viven, tal vez como un castigo divino para que sigan viendo el desastre que causaron y que no se ha podido revertir. 

Ahora veamos la cara de la moneda actual: Han pasado 50 años. Las opiniones se las dejaré a usted.

En cuanto al liberalismo del presidente AMLO, éste se basa en una corriente filosófica, política y económica que promueve la libertad del ser humano, su igualdad política y jurídica y la búsqueda del progreso material de los pueblos, la relación entre los sujetos y el poder, que da origen a un “Contrato Social”.

¿Lo tenemos? ¿Es tácito, pero lo tenemos? El liberalismo es, entonces, una filosofía política, moral y económica que limita el poder del Estado. 

Pregunta: ¿Será que ese poder del Estado está limitado? ¿El presidente lo concentra? Ojalá no tengamos un espejo 50 años después.

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