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El mal ejemplo del presidente

Daniel Valles.- El presidente de la República es un mal ejemplo para la gente en el país. No porta cubrebocas o mascarilla en lugares públicos cuando está con gente. Sí, está a la distancia requerida, pero la imagen que da, el mensaje que envía no es lo que se esperaría de un jefe de estado, del “líder” de una nación que tiene más de 62 mil muertos por Covid-19.

Lo que hace provoca un efecto contrario. No ayuda para lo bueno, sino para lo malo. Es un mal ejemplo. El mal ejemplo cunde, como lo hace el buen ejemplo. El mal ejemplo para definirlo tiene su nombre propio. Se llama Contraejemplo.

El presidente acaba de estar en el estado de Nuevo León, donde el uso del cubrebocas es obligatorio para toda persona que esté en lugares públicos. Es una disposición que el secretario de salud, Manuel De la O Cavazos, ha decretado en el estado para tratar de combatir el esparcimiento del Coronavirus y evitar que la gente en el estado de Nuevo León siga muriendo.

Hasta antes de la visita presidencial eran más de 26 mil los muertos por Covid. Por ello, el secretario estatal de Salud, obligó al uso del cubrebocas para toda la población cuando esté en espacios públicos

El presidente se presentó sin cubrebocas desafiando la disposición legal. Lo mismo hizo toda persona que de su equipo le acompañó. Fue un perfecto contraejemplo, el que es la base para que se infrinja una ley. Ergo, es una forma de corrupción.

El gobernador de Nuevo León, apodado “El Bronco”, por supuesto que usa su cubrebocas. Es ejemplo para la población del estado que gobierna. Le genera una autoridad moral.

Se somete o se sujeta a una orden, a un mandato, un comando de tipo civil para que toda la sociedad neoleonesa coadyuve a que la pandemia se controle, baje. Para que la gente deje de infectarse y, sobre todo, deje de morirse.

Es un mandato oficial que las personas que visiten el estado tienen la obligación moral y legal de portar. Es una obligación. Es un deber moral. El presidente se resistió a ello.

La obediencia al deber implica el resistirse a uno mismo. Quien resiste al mandato y no lo obedece no cumple con su deber. Se rebela. Es una persona rebelde.

La corrupción consiste en el abuso del poder otorgado a una persona, para beneficio propio. La desobediencia es una expresión de corrupción.

El presidente de la República se ha rebelado a la disposición oficial, al mandato que impera para todos los ciudadanos o personas que estén en el estado de Nuevo León. No es poca cosa. Tal vez para algunas personas sí lo sea, pero no lo es.

El contraejemplo enviado por el presidente da origen a patologías que terminan en tragedias.

En mis comentarios radiales que presento a diario afirmé que el presidente no usaría el cubrebocas. Lo sabía porque tengo más de 20 años escribiendo y comentando sobre la conducta de un hombre que es rebelde por naturaleza. Por cómo lo ha tratado la vida.

“Al diablo sus instituciones”. Esa frase representa fielmente quién es el presidente de nosotros, los mexicanos. Eso eligieron, eso tenemos. Al diablo el cubrebocas. Lo puedo ver que dice.

¿Por qué hay mucha gente que no usa cubrebocas al salir a la calle? Porque el presidente no lo usa. Porque López-Gatell, tampoco. Porque los funcionarios federales cuando están con su jefe, no lo usan. Solo cuando están lejos de él, de manera farisaica sí lo llevan puesto en eventos públicos.

Todo ente es un ejemplo y todo ejemplo es ejemplo de algo. En el ejemplo está el modelo, la regla, la norma y la ley que ilumina el ejemplo empírico y que lo dota de significado humano. Sin ello no sería ejemplo, sino solo un caso fortuito y arbitrario.

El ejemplo es “transitivo”. Su esencia es señalar hacia una regla -ejemplar- que le trasciende. Por lo mismo decimos que El ejemplo arrasa porque pasa de una persona a otra. De una generación a otra. Es pues transitivo.

El ejemplo es una bella obra de arte y de acuerdo a Kant, es arte del genio. Quien produce una obra única, irrepetible y nueva en la que brilla una regla universal no enunciable en conceptos que tiende a ser aceptada por los demás. Por la generalidad. Dando inicio a lo que se conoce como “excelencia”.

Esa característica de la que tantas personas hablan, pero que pocas describen. Así dejan el concepto en el aire porque no se entiende a cabalidad. La “excelencia”, el ejemplo ejemplar no ejerce su influencia.

El espacio público suele estar ocupado por figuras populares que son ejemplos sin ejemplaridad. Sin excelencia. Como los asaltantes, los narcos de los corridos, como figuras del espectáculo cuyas vidas son escandalosas a más no poder.

Filósofos, hombres y mujeres con ideas e ideologías perniciosas, algunas de ellas catalogadas de intelectuales que dan a conocer estas filosofías y son reales contraejemplos.

Crean una ejemplaridad lingüística que es una ejemplaridad abstracta, la que deja que lo más verdadero de ella, el cuerpo preñado de ley moral se evapore y se pierda en el éter de los conceptos.

Cuando el ejemplo está privado del valor de la ejemplaridad, se torna en anti ejemplo o contraejemplo. Y una ejemplaridad sin ejemplo se disuelve en discurso y ruido de palabras. En demagogia. En populismo.

“La desobediencia a los deberes morales es el mal”, escribió Alfonso Reyes, escritor de la Cartilla Moral. (P-56). El presidente de la República, promotor de la cartilla de Reyes, sería catalogado por el autor como malvado, por no usar cubrebocas donde se exige por disposición oficial Provoca corrupción, que es lo que dice combate el presidente de México, quien con su contraejemplo logra que la corrupción y la pandemia continúen.