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El discurso interno

Dr. Fernando de Jesús Hernández Estrada.- ¿Alguna vez te has sorprendido hablando contigo mismo? ¿Ha habido ocasiones en que el grado de interacción contigo mismo asciende de tono y hasta te peleas?

Los estudiosos de las neurociencias han estudiado este fenómeno desde hace tiempo. Ya se planteaba el tema en el ágora de la Grecia clásica. Diversos filósofos polemizaban acerca del fenómeno.

Unos sostenían que los dioses se manifestaban en nuestro interior y que debían seguirse sus voces tomando en cuenta que eran designios. Otros de ellos, aseguraban que existe un mundo de las ideas (como Platón) al cual solo se accedía mediante la abstracción filosófica.

Pero también había quienes planteaban que nuestros antepasados cuidaban de nosotros sin hacerse presentes de forma material y lo hacían mediante los sueños y la irrupción en nuestro pensamiento, mientras estábamos despiertos.

El tema ha sido además de controversial, atendido desde muy diversas ópticas o visiones del mundo y de la naturaleza: Así como lo han tratado filósofos, también los psicólogos, psiquiatras, neurólogos, adivinos, cartomancianos, brujos y psíquicos han contribuido al tema. En esta entrega mi planteamiento tiene un enfoque desde la neurociencia y se conoce como “Discurso interno”. 

Es el modo que tenemos de comunicarnos con nosotros mismos, de modo que estamos constantemente conectados a este recurso cognitivo o mental, así, cuando recordamos, memorizamos, leemos, reflexionamos, nos arrepentimos o cuando imaginamos, activamos ese discurso interno. Es un método de autorregulación del pensamiento, de la conducta y es un efectivo preparador de lo que hablamos en nuestro círculo social.

El discurso interno siempre nos acompaña, aunque la mayor parte de las veces no nos damos cuenta de que está ahí y simplemente lo escuchamos de forma automática. Siempre estamos hablándonos mentalmente. Mantenemos conversaciones internas, nos cuestionamos, nos explicamos, nos justificamos, nos reprochamos, nos advertimos, nos criticamos, nos alabamos, etc.

Es una comunicación constante con nosotros mismos, pero además, es la manifestación de un trabajo de elaboración cognitiva y emocional que nos permite integrar la experiencia. Habitualmente, no prestamos atención a este pequeño yo que se dirige a nosotros de forma constante,  pero nos hablamos, nos analizamos, nos enviamos mensajes y todo ello lo hacemos  de forma espontánea y automática.

Naturalmente a este proceso sería muy costoso tener que prestarle atención todo el tiempo; sin embargo, construye la relación que tenemos con nosotros mismos, influye en nuestra autoestima, es nuestra manera de cuidarnos, respetarnos y la forma en cómo nos sentimos respecto al mundo que nos rodea.

De esta manera, es evidente que ponerle atención al discurso interno y cuidar los mensajes que nos damos, tanto en su contenido como en su forma, es un trabajo personal que ayuda a mejorar la relación con uno mismo y la forma que tenemos de interpretar el mundo que nos rodea. Debemos poner atención al discurso interno, escucharlo, cuidarlo y transformarlo puede ser un gran auxiliar en nuestra vida.

Dedicar ratos a escuchar de manera intencionada la voz interior de cada uno de nosotros, logra consecuencias positivas en la relación con uno mismo, pues la toma de conciencia que ello produce nos ayudará a cuidar ese discurso para cuidarnos.

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