Inicio CARTAPACIO El crematorio de la vergüenza: 383 razones para no confiar en nadie

El crematorio de la vergüenza: 383 razones para no confiar en nadie

Raúl Ruiz.- Por algún motivo inexplicable —quizá alineación planetaria o simple negligencia institucional—  Ciudad Caótica, ha vuelto a ser noticia. Esta vez no por sus atardeceres polvorientos ni por su tráfico que parece diseñado por un enemigo de la humanidad, sino por un hallazgo digno de una novela de horror: 383 cuerpos apilados en un crematorio que, según los permisos, estaba más vivo que muchos de sus clientes.

Todo comenzó con una tromba. Sí, esa lluvia que no solo arrastra basura y autos mal estacionados, sino también secretos. El agua, en su infinita sabiduría, decidió revelar lo que la burocracia había preferido ignorar: un crematorio llamado “Plenitud” —nombre que ahora suena más a sarcasmo que a marca comercial— escondía cientos de cuerpos embalsamados, algunos desde 2020.

¿La causa? Al parecer, el horno no daba abasto, pero eso no impidió que siguieran cobrando por el servicio. Porque si algo no falla en México, es la capacidad de facturar sin entregar.

Permisos vigentes, cadáveres presentes

Lo más fascinante del caso no es sólo la cantidad de cuerpos, sino que el crematorio tenía permisos vigentes. ¡Vigentes! Como si la legalidad fuera una capa mágica que todo lo cubre, incluso la descomposición.

La COESPRIS, esa noble institución encargada de protegernos de riesgos sanitarios, parece haber estado más ocupada en sellar papeles que en oler la realidad. Su titular, Luis Carlos Tarín Villamar, y su delegada en la Zona Norte, Maribel Próspero, están ahora bajo investigación.

Aunque, siendo honestos, en este país eso no significa mucho. Estar “bajo investigación” es como estar en pausa: ni culpable ni inocente, solo flotando en el limbo administrativo.

La danza de las omisiones

Pero no nos detengamos ahí. Porque si algo caracteriza a Ciudad Caótica es su capacidad para repartir culpas como si fueran volantes en un crucero. La Dirección de Ecología, Protección Civil, Desarrollo Urbano municipal también están en la mira.

Todos sabían algo, todos vieron algo, pero nadie hizo nada. Es el clásico “yo pensé que tú lo ibas a revisar”, llevado al extremo forense.

Y mientras tanto, las familias de los fallecidos —que creían haber recibido las cenizas de sus seres queridos— ahora se preguntan si en realidad les entregaron polvo de ladrillo o cenizas de algún mueble viejo. Porque sí, hubo urnas con “cenizas falsas”. Un fraude emocional de proporciones bíblicas.

¿Y ahora qué?

Ahora vienen las carpas blancas, los refrigeradores móviles, las conferencias de prensa con caras largas y promesas de justicia. Pero todos sabemos cómo termina esta historia: con un par de chivos expiatorios, una multa simbólica y una nueva normalidad donde la indignación se diluye como el café de oficina.

Este caso es tomado con pinzas por el fiscal César Jáuregui Moreno, pues de su profesional desempeño, depende la posibilidad de ser candidato a la alcaldía de Shihuahua capital… o ser calcinado electoralmente.

Ciudad Juárez no necesita más tragedias. Necesita memoria, vigilancia y funcionarios que no confundan “vigente” con “funcional”, pero, sobre todo, necesita que la muerte —al menos la muerte— sea tratada con dignidad.

Porque si ni siquiera eso podemos garantizar, entonces sí, estamos oficialmente en el infierno… y sin crematorio que funcione.

Nomamespancho.