Rodrigo F. Chois.- Las crónicas de una agonizante pandemia ahora se ven opacadas por fuertes y huracanados vientos de guerra. Hago memoria para acordarme de mis clases de religión y recordar cuáles eran los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Sé que uno de ellos era el jinete que personificaba a la peste (¿la pandemia?); otro a la guerra, el que montaba un corcel rojo –recuerdo este cromático detalle por la asociación con el color de la sangre-; el tercer jinete representaba a la Muerte y el cuarto… ¿Cuál era?
Intento recordar y especulo que tal vez podría representar a la superpoblación de politiqueros bandidos que abundan en nuestras tercermundistas latitudes. Pero no es así, repasado el último libro de las Sagradas Escrituras averiguo que el cuarto jinete personifica la Conquista.
Retomo el tema de la guerra, de su jinete y el corcel rojo que monta.
Es un indiscutible hecho que hay una situación que amerita toda la preocupación del planeta entero, pero observar cómo las redes sociales se infestan de videos bélicos falsos –algunos hasta extractados de videojuegos– hace presuponer lo lamentable de la condición humana.
Hacer este tipo de cosas no solo es terrorismo puro, sino que acarrean un mal que es sustancialmente mayor: el de propiciar que todos vibremos y nos sintonicemos en la nefasta frecuencia de la guerra… Una muy, pero muy mala vibra, como dirían los jóvenes.
No se trata de meter la cabeza en un agujero como el avestruz y desconocer que hay un conflicto, pero sí de que tengamos el cuidado de no permitir que mentes perversas y maquiavélicas perturben la vibración en la cual anhelamos vivir.