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El amor de Jesús nace del amor del Padre

Antonio Fernández.- Fue su obstinación impedir y hostilizar a Nuestro Señor Jesucristo, fue una constante de los escribas, fariseos y sacerdotes del sanedrín; fue una constante desvirtuar la divinidad del Hijo de Dios hecho hombre al que negaban haber venido al mundo a salvar las almas del pecado.

Fue una constante molestarlo y hostilizarlo con todo intento de hacer que se contradijera en su palabra; fue una constante seguirlo a todas las partes peregrino por el mundo, fue no para aprender de Él sino para conocer de primera oportunidad lo que dijera hasta encontrar un punto para intentar alterar su naturaleza divina.
Fue una constante aprovechar toda ocasión para inducir muchos a negar su mandamiento, y de la enseñanza del Sermón de la Montaña el plan de trabajo espiritual a seguir por los pecadores para llegar a Él y ser salvos.

Dudaban de ello, nada caló, ni nada de ello aprovecharon porque en su interior estaba y continúa sembrada la cizaña, esa planta que representa la discordia porque sofoca la buena semilla sembrada en terreno fértil.
Así procede en el pecador al que no le importa la actitud de pecado, consciente van contra Cristo Nuestro Señor sus enemigos que urden acusarlo de una ilógica e inexistente relación del Señor con el diablo que intentó tentarlo pero fue vencido por Él.

En los Santos Evangelios escritas están las tres ocasiones en las que fue derrotado, pero claro, no están anotadas las derrotas que a través de los siglos el Señor ha sido victorioso por las almas que arrepentidas volvieron a su redil.

La soberbia maligna hace rebelde al ser humano contra Dios, lo ciega, hace sordo y todo lo que sea obra buena tendrá el acecho de la incitación demoniaca que sigue al orgullo de la soberbia maligna en sus enemigos al blasfemar contra su Mesías: “Él no echa los demonios sino por Beelzebul, el príncipe de los demonios”.

Han mentido ante el Señor, escuchó claramente su palabra, no hubo necesidad de comprobar si fue o no verdad, la injuria salió del corazón de la gente del sanedrín y ha continuado a través de los siglos, para comprender el sacrílego de dicho calumniador.

Imaginemos intentar revolver leche hirviendo en el chapopote y batirlo ¿Qué se obtendrá? Nada. El cristiano católico gozoso comprende que el Señor reveló su divinidad poniéndolo de manifiesto a su pueblo y a la posteridad de los siglos.

Pero la maldad y mentira del ser humano manipulan para no amarle ni servirle, burlándose sacrílegamente cuando la verdad por sí sola se impone.

Por ello profetiza y legisla la única conducta a la que debe apegarse en toda su existencia terrena cada persona al pasar este mundo de prueba, así como un hijo reconoce la paternidad de sus padres debe ser en todo ser humano reconocerse ser el hijo pródigo perdonado por Dios su Padre.

¡No olvidar! Todos en este mundo somos poseedores de alma y cuerpo que nos ha entregado por decir en comodato o sea, ambas, alma y cuerpo reciben de Dios Nuestro Padre bienes, gracias y dones semejante a la parábola de los denarios.

Vino a los que trabajan por la salvación de su alma, vuelve una y otra vez a multiplicar esos denarios de bienes, no retenerlos como el avaro que guarda su fortuna.

Ese cuerpo que todos poseemos debe responder con obras buenas para bien del alma que es salvarse, mirando en las tentaciones pasajeras de la vida el error de que si no se controla el cuerpo en su tendencia a las malas inclinaciones no podrá controlar sus preferencias que pueden perderlo eternamente.

El alma no es pasiva cuando de su salvación eterna se trata, hace suya la consigna de luchar a que el cuerpo restituya lo perdido y no volver a repetirlo.

Jesucristo Nuestro Señor cierra las diatribas, ultrajes y agravios de la gente del sanedrín en su contra, lo concluye al brotar de sus divinos labios su misericordiosa voluntad: “Quien no está conmigo, está contra Mí”. Con autoridad pide y exige de cada alma.

¿Qué puede decir o contradecir a la palabra de Dios la humanidad? Nada, sino razonar su inadecuada conducta, recapacitar el error al no reconocer su divinidad de Hijo de Dios hecho hombre que vino al mundo a salvarlo del pecado; a que el mundo arrepentido de su conducta cumpla el deseo que Cristo Nuestro Señor buscó anhelante en su paso por el mundo.

¡Sí! Quiso que su palabra fuera escuchada en el corazón y llevar a la obra sus enseñanzas; guió a los que creyeron con fe en Él, amarle solo a Él; reconocer que la flaqueza y la debilidad miseria humana no se domina solo suplicando al Señor su ayuda para vencer, sino luchar por erradicar los males del alma sino éstos dominarán los actos de su vida.

El temor y la duda es en millones de agobiados donde solo un puñado de vacilantes recelosos cerraron sus sentidos intolerantes a la verdad eterna, a esos no les quedó sino maquinar conspiraciones maléficas, adoptar poses lamentables al poner en dilema el mandato divino que busca en las almas que se avoquen a su salvación.
El proceder de la conducta pecadora arrastra a ello, el mundo empeñado en su negación es cada vez más incrédulo, receloso y temeroso en su relación con su Creador al que pone en duda su palabra. La solución es volver la mirada de amor a quien con amor desde la cruz nos entregó la salvación.

hefelira@yahoo.com