Inicio Sin categoría Economía y la Pandemia

Economía y la Pandemia

Daniel Valles.- Han pasado catorce meses desde que el gobierno federal decretó que los mexicanos nos quedáramos en casa, que guardáramos lo que denominó la “sana distancia” y todos esos protocolos que conocemos para combatir la pandemia que nos azota.

Sí, nos azota. Esto no ha terminado. Han pasado catorce meses y la gente, muchas personas, lo toman ya muy a la ligera, como si ya no se registraran fallecimientos y contagios entre la población.

Ayer se han reportado 2,628 nuevos casos y 104 muertes. El acumulado de personas que han fallecido por Covid-19 en el país es de 221 mil 080 personas. Es cierto, se contagian muchas personas. Sí son menos que el año pasado y que en noviembre de 2020. Los números indican que hay una mejoría, a veces, y luego regresa al alza.

Al ver la gráfica del país en color, la mayor parte del país se encuentra en verde. Lo que es maravilloso. 10 estados están en amarillo y sólo tres en anaranjado. En la página de El Universal, así aparecen. Aunque hay discrepancia con la del Gobierno Federal, que presenta 15 en verde, 14 en amarillo y los mismos tres en naranja: Chihuahua, Tabasco y Quintana Roo.

Se puede decir que ha habido progreso en el combate, pero por ningún motivo debe decirse, creerse o interpretarse como que se domó la pandemia o que la curva se aplanó o que ya estamos salimos de esta.

Eso es lo que el gobierno federal, el del estado y el de los municipios quisieran. Por supuesto que empresarios, comerciantes, instituciones educativas y en general todos quisiéramos que esto pasara a ser una experiencia amarga, dura, cruel, más para algunas familias que para otras y que pudiéramos dedicarnos a la reconstrucción de todo lo que se ha lesionado. A reparar lo que se pueda y hacer un recuento de las pérdidas. Son las secuelas de la pandemia.

Como tales, no las hemos visto aún todas. Pues no salimos de la crisis. ¿Cómo saldremos? No lo sé. Nadie lo sabe. Me temo que, en México, no saldremos tan bien librados como otras naciones lo han hecho. Las pérdidas materiales y económicas son inmensas.

Así como individuos, empresas, comercios, tienen deudas por la pandemia y se vieron afectados sus ingresos y ritmo de vida, de igual forma la economía nacional registra graves daños y pérdidas que necesariamente se verán reflejadas en el avance, no de las obras faraónicas de la administración que no se han detenido, sino que se verán y se reflejarán en las pequeñas, en los programas que se cancelan, las que se sumarán a los que ya se han cancelado desde antes que la pandemia se presentara en nuestra economía, como guarderías, Seguro Popular, medicinas, etc.

Una cosa es cierta, el gobierno federal no se ha endeudado con fuentes de dinero al exterior. Es un logro, pero eso no quiere decir que la economía no esté sufriendo o que vaya a estar muy bien. Están, por así decirlo, “estirando la liga” y esperando que no se reviente.

Depende la economía de lo que se recibe de remesas, sobre todo de los Estados Unidos. Pero eso es como dice el gringo, “patinar en hielo muy delgado”. Fácil se quiebra con el peso de quien patina y se hunde.

En su número del mes anterior, abril, La revista Expansión, que trata de temas económicos, principalmente comenta lo siguiente: “Tras el paso de la crisis del COVID y su impacto en la economía nacional, el tema vuelve a colocarse en el centro del debate, pues la deuda pública, si se compara como proporción del Producto Interno Bruto (PIB), ha aumentado en los últimos años”. (Itálicas mías).

Claramente los economistas que presentan sus opiniones en la revista especializada aseguran que la deuda de México ha crecido, esto, con relación al PIB, un indicador que el presidente no gusta, desde que vive en el Palacio que es su hogar. No le gusta porque nunca le ha sido favorable en el manejo de las finanzas, menos desde que le renunció quien fue el titular de la Secretaría de Hacienda, Carlos Urzúa.

Quien renunció, entre otras causas, porque después de un año casi de estar en el gobierno, se dio cuenta de que se tomaban: 1.- Decisiones de política sin sustento y se maneja; 2.- Política económica sin base en evidencia.

Por ello y desde entonces, es muy difícil aceptar los datos que nos presenta la opinión de López Obrador. Porque sus “otros datos” no concuerdan con los datos que presenta su misma administración y que no son materia de asimilación por parte del grueso de las personas económicamente activas del país, menos por la gente de la economía informal, que es donde estamos la mayor cantidad de personas en el país después de 14 meses de pandemia. Esto, por un lado, debido al mal manejo que de ella ha tenido el gobierno federal.

Debemos tomar en cuenta que, una cosa es conocer o saber algo y otra, comprenderlo. La gente sabe que el gobierno no se ha endeudado, como sí hicieron los anteriores, pero nada comprende de las razones políticas y económicas con sus secuelas.

Y es que, de acuerdo a datos de la Secretaria de Hacienda, el porcentaje de endeudamiento del año pasado del gobierno federal, es el más alto del que se tiene registro desde 1990. Recalco, son datos de la Secretaría de Hacienda.

¿Cuáles son estos porcentajes? Tan sólo el año pasado, la deuda mexicana representó casi el 55% del PIB y el anterior, que fue el primer año del régimen actual, de 45%. En un año creció 10%. Esto es un dato que se conoce, pero que no se comprende.

Se puede decir que, de cada peso, el gobierno solamente puede usar menos de la mitad, porque con la otra, debe pagar la deuda que tiene. Y que es, en porcentaje, la más grande de la historia. Pero eso no es todo.

Para 2021, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la deuda de México represente el 60.5% de su PIB, lo que significa una serie de situaciones que empezaremos a ver desde ahora y que se reflejarán en la economía de todos nosotros, como el aumento de los precios en la canasta básica, la que creció 6.3% en el precio de los productos agropecuarios al mes de abril de 2021 vs 2020.

(*) Daniel Valles es el Comisionado Internacional Anticorrupción de la OMPP