Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- Es una pregunta que nadie se hace, pues pareciera no tener sentido saber cuánto vale una ciudad. Sin embargo, cuando es destruida por un fenómeno natural, como acaba de suceder con Acapulco, es difícil saber lo que cada ciudadano posee en su casa.
Pero lo que sí se puede hacer es darle un valor cercano a la infraestructura que se necesita para que funcione. En este caso, una ciudad de turismo nacional y en un porcentaje menor, turismo internacional.
Guerrero contribuye con unos 400 mil millones de pesos al PIB del país, de los que Acapulco aporta una tercera parte. Esto es a ojo de buen cubero, pero creo andar muy cerca.
El valor de lo que produce una ciudad, en este caso, son unos 135 mil millones de pesos anuales en Acapulco. Multiplíquelo por 12 para calcular el valor de toda su infraestructura, que propicia y facilita que se dediquen al turismo.
En otras palabras, la infraestructura de Acapulco debe valer un billón y medio. No sé cuánto estará destruido. De ahí se puede hacer el cálculo.
Este es un principio generalmente aceptado. Me refiero al parámetro para obtener el valor de una infraestructura: hoteles, calles, drenaje, agua, pavimento, medios de transporte, casas de la gente, etc.
De esto que comento, hágase una idea. Por ejemplo, si se destruyó la mitad, se necesitarán 750 mil millones. Una parte pública y otra privada. Si el gobierno ayuda a los ciudadanos con sus casas, supongamos unos 250 mil millones, el resto será del sector privado y particulares.
Mi protesta será continua y persistente mientras vivamos en un estado que viola los derechos humanos. La presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Chihuahua, Miriam Hernández, ignora a propósito el Convenio de Viena de 1992, firmado por México, así como las sentencias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Más temprano que tarde pagará por sus fechorías. César Duarte saldrá libre a pesar de ella. ¡Al tiempo!
PD: Un doloroso acontecimiento. En Delicias falleció el Dr. Jorge Aldana, originario de Camargo. Hombre de bien, excelente persona, altruista y de convicciones firmes. Tuve el honor de conocerlo y tratarlo, nunca fui su amigo cercano, aunque me hubiera gustado serlo. Mi más sentido pésame a su esposa y familia.
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