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Cristo pide, busca y llama a tener confianza en Él

Antonio Fernández.- El principio espiritual que corresponde a cada persona es la justicia con que ha obrado y obra hasta llegar al final de su vida terrena, durante el tiempo que Dios Nuestro Señor conceda vida será disponerse de forma sencilla a ese necesario buen obrar, desde luego, si se quiere llevar a los hechos de la vida diaria el principio espiritual tener como inspiración la divisa de hacer y pensar, sentir y obrar como Dios quiere.
El anhelo que Jesucristo Nuestro Señor deseó sembrar en su peregrinación por el mundo fue mostrar a las almas de su tiempo y la posteridad la gratitud de su amor a Dios su Padre, razón por la que Él que se esforzó sembrar ese mismo deseo en los corazones su palabra: “Porque, así como el padre tiene la vida en Sí mismo, ha dado también al Hijo el tener la vida en Sí mismo.”
Así, lo que desea el Padre, es deseo del Hijo, y lo que éste desea es el anhelo del Padre celestial sea realidad en las almas, ¿Y dónde está esa realidad? En los corazones que pasan por el mundo luchando por abrigarse a esa realidad hasta hacerla suya.
Nuestro Señor será el centro de todo acto en la vida terrena incesante y creciente, por ello, Cristo Nuestro Señor pide, busca y llama a la confianza en Él, siendo el mismo anhelo de Dios su Padre en favor de todo hijo por Él creado.
Las virtudes cardinales llamadas morales: prudencia y justicia, fortaleza y templanza conforman por la voluntad disponerse a mantener su conducta en constante firmeza y perseverancia de entregar a Dios Nuestro Señor lo que es debido a su misericordioso amor por las almas robustece la constancia por la gracia, las virtudes que Él nos ha enseñado conducen al fin superior de la salvación eterna.
Las virtudes no surgieron como cosa propia de la mente humana, sin ahondar en la vida terrena de nuestro redentor, aprendimos la necesidad de perseverar en la firmeza, así el pecador arrepentido convertirá en regla de vida y conducta desechar los males del alma.
Etre otros muchos son el libertinaje e inmoralidad, lujuria, desenfreno y liviandad fortificándose en ellas como el medio seguro de salvación y de la justicia será el obrar diario dando a Dios lo que le debemos.
Mostrará al cristiano católico que la deuda de sus pecados sin la práctica de las virtudES que el Señor ha enseñado la hacemos por sí mismos impagable, es de pensar en ello.
Dios pide, busca y llama a tener fe y confianza en Él, este es el pago que espera del pecador y algo tan sencillo lo hacemos difícil, sí las cosas humanas así las hacemos, qué esperanza se tiene donde deveras es trascendente hacerlo cuando de la salvación del alma se refiere y no se hace.
Se requiere apegarnos a los bienes espirituales y no a los temporales, de los primeros es obrar cumpliendo el mandamiento divino de amar y servir a Dios y al prójimo viendo en él a nosotros mismos, llevando este mandato divino a todos los actos de vida terrena se obtendrán fructíferos bienes que de Él se recibe, ya no serán deudas para con Dios Nuestro Señor sino beneficios caritativos de salvación.
Gracia es pensar y obrar con rectitud, es ajustar los actos de la vida que Cristo Nuestro Señor nos ha enseñado tener santos y benévolos pensamientos de lo que ilustra San Buenaventura:
“Desligado de todo, sin deseos terrenales y despreciadas todas las criaturas, ocúpate de tu Creador, con tanto vigor de espíritu y deseo tan fervoroso, que, olvidando las cosas de la tierra, todo cuanto hagas, en dondequiera que estuvieres, en todas tus ocupaciones, de día y de noche, en todo instante y en toda hora, tengas a Dios presente en tu memoria, creyendo y pensando que verdaderamente estás en su presencia y que Él te mira en todas partes”.
Motivación del Doctor Seráfico a depositar la confianza en Dios, a la plenitud del alma, a reconocer que desde nacer la naturaleza humana sabe que irá a Él al final de su vida terrena, por lo que en el transcurso de su paso su corazón es confiar en Dios Creador, reconociéndole ser su Creador y su Salvador como pide Jesucristo Nuestro Señor a Dios Padre: “A fin de que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti, a fin de que también ellos sean en nosotros, para que el mundo crea que Tú eres el que me enviaste.”
Deduciendo con plena confianza el cuidado de Dios Nuestro Señor tiene de la creación y de todas las creaturas, siendo Dios omnipotente siempre está y estará atento a las necesidades espirituales y temporales; siempre está y estará abierto su paternal amor al cristiano católico en el propósito primordial de su paso por el mundo.
Estar al amparo de Dios Nuestro Señor y que sea su divina palabra fuente inagotable de bienes espirituales: “Mirad las aves del cielo, que no siembran ni riegan, ni juntan en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” Queda entendido que el valor de las almas para con Dios su Creador está sobre las cosas creadas por Él en el mundo.

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