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Como Cristo es conmigo, yo voy a Cristo

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Como Cristo es conmigo, yo voy a Cristo

“…Jesús sabiendo, pues, que vendrían a apoderarse de Él para hacerlo rey, se alejó de nuevo a la montaña, Él solo”… (Jn 6, 15)

Antonio Fernández.- Instruye San Buenaventura: “Si los ciudadanos de la gloria viven en la tierra, del cielo han de recibir el pan”. La obra de Jesucristo Nuestro Señor es la obra del Verbo de Dios hecho hombre y todo lo por Él revelado, enseñado y adoctrinado es verdad eterna.

Todo designio que viene a Él viene de Dios su Padre cuando dijo: “Yo soy el pan de vida: quien viene a Mí, nunca más tendrá sed”, de donde el cristiano católico comprende por la fe y confianza en Dios, que Cristo es con él y por ello va en pos de Cristo.

La misión del hombre en este mundo será persistente e insistente, como constante y permanente búsqueda de Dios Nuestro Señor, se dice así porque nuestras debilidades humanas incitan a lo contrario porque al caer en la tentación se pasa al pecado.

A esto agregamos que hay un punto débil y es el rechazo del ayuno y la penitencia, lo cual equivale a que el pecador deje de tener a Dios, al rehuir la abstinencia de alimentos en el cuerpo, se pierde la fortaleza para abstenerse de los vicios en el alma.

Es perder todo bien acumulado, perder la gracia y perder la vida eterna. Si en ese momento la vida terrena termina, Dios desea que el alma del pecador se salve, pero cuando ésta es reacia, un dolor profundo agobia el alma de Dios.

Ahora bien, se peca no solo con los sentidos, sino que el pecado perturba e incita el cuerpo, lo grave es cuando la persona que se ha dejado envolver en él, no lo hace por curiosidad, sino que lo hace para gozarse o deleitarse en él, porque el deseo de pecar viene del corazón.

Entonces el problema es mayor, debiendo darse un momento ese pecador a razonar, el mal que ha dejado enraizar en él, para poder sacarlo es ir a donde nace nuestra fragilidad que Cristo Nuestro Señor manifiesta a la humanidad de todos los siglos.

“Porque del corazón salen pensamientos malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. He aquí lo que mancha al hombre”.

No obstante estos señalamientos, Jesucristo Nuestro Señor siempre permanece al lado de las almas, a las que alienta, motiva y atrae a confortar en Él su corazón.

No miremos de lejos a Cristo Nuestro Señor, miremos a quien por amor a todo hijo que ha venido, está y vendrá al mundo creado por Dios su Padre fue al patíbulo de la Cruz.

Por ellas entregó su cuerpo, sangre, alma y divinidad, por ellas y en memoria suya se celebre el recuerdo de su pasión en la Santa Misa el acto incruento de su sacrificio.

De donde dice Santo Tomás: “El de la Cruz fue sangrante, mas en el de la Cruz el sacrificante, que era Cristo Nuestro Señor, era visible; pero en el de la Misa (sacrificio incruento) el sacrificante más principal y el sacrificado, que es Cristo Nuestro Señor, es invisible”.

Jesucristo Nuestro Señor persiste en entregar su generosa misericordia que perdona en vida al pecador al que nunca dejará de darle los medios para retraerse de sus errores.

Movido por la gracia, el cristiano católico apartado del pecado se esfuerza por conservar a Dios Nuestro Señor en el centro de su vida al recibir la Sagrada Eucaristía.

“La Iglesia enseña que en este Sacramento están real, verdadera y substancialmente presentes, el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo”. El alma arrepentida recibe en la Sagrada Eucaristía bienes, gracias y dones para la vida eterna.

Dijo Jesús: “En verdad, en verdad, os digo, Moisés no dio el pan del cielo; es Mi Padre quien nos da el verdadero pan del cielo”. Jesús imparte su Cátedra al cristiano católico de todos los tiempos: “Yo soy el pan, el vivo, el que bajó del cielo.”

Y San Pedro revela a los siglos la forma que su Divino Maestro compró la redención de las almas, eso al mundo debiera volver su corazón a Cristo Nuestro Señor crucificado que redimió del pecado. “Sabiendo que, de vuestra vana manera de vivir, fuisteis redimidos, no con cosas corruptibles, plata u oro, sino con la preciosa sangre de Cristo”.

Jesucristo Nuestro Señor en su peregrinar por el mundo dio los pasos a instituir la Sagrada Eucaristía, así confortar los corazones oprimidos por las maldades humanas. ¿Qué es recibir la Sagrada Eucaristía? Es avivar la fe, es disponer alma y corazón a recibir al Rey de Reyes y Señor de Señores.

Es recibir a Cristo, Hijo de Dios vivo, en la intimidad del corazón dando gracias por los bienes que sin tener derecho a ellos se reciben de Él en todo momento.

Su bondadosa providencia; su consuelo en las tristezas y amarguras de la vida, en las penas y dolores; alejar los males espirituales y temporaleas, quiere el Señor escuchar el alma en gracia el gozo de tener a Cristo Nuestro Señor en su alma; “Cristo es conmigo, yo voy a Cristo”.

La obra de Cristo Nuestro Señor es miel que deleita el alma al recibir la Sagrada Eucaristía.

hefelira@yahoo.com

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