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Combate discursivo contra la corrupción

Daniel Valles.- El pasado 9 de diciembre se celebró el Día Internacional de la Lucha Contra la Corrupción. Una enfermedad social, un cáncer, una maldición que sufrimos en el mundo las personas.

Es cierto, se ven afectados ecosistemas, la política, la educación, el comercio, las empresas, las iglesias y la familia. Todo. Las evidencias de corrupción son enormes en cada una de esas áreas de la vida. No hace falta citar ejemplos. Son ampliamente conocidos.

Para la celebración hubo eventos en que se pronunciaron sendos discursos, por infinidad de personalidades que están combatiendo el flagelo de la corrupción. Algunas personas los pronuncian con pleno conocimiento de causa. Otras, solamente porque son senadoras o diputadas que presiden una comisión legislativa y ahí les tocó.

Algunas más porque no les queda de otra para estar viviendo bajo y al amparo del presupuesto gubernamental, lo que es un hecho corrupto en sí mismo porque no saben ni del tema ni de la función que desarrollan. Los discursos que pronuncian se los preparan sus ayudantías. Así solamente leen material de terceros. Invariablemente presentaron datos duros sobre esta pandemia, la de la corrupción.

Una de las personas que en México sí sabe y conoce el tema es Eduardo Bohórquez, director ejecutivo de Transparencia Mexicana, quien comentó que “la corrupción e impunidad son hermanas siamesas”. Destacó que nunca en la historia del país había ocurrido que la demanda popular de acabar con la corrupción coincidiera con el discurso y la política pública de un gobierno, como ocurre en la presente administración, por lo que se tiene una gran oportunidad para avanzar en ese objetivo o esa ventana se cerrará.

Esto haría suponer que, en el combate a la corrupción, con un gobierno como el que describe Eduardo, estaríamos teniendo algún tipo de progreso o avance en el combate a la corrupción. Pero la realidad es muy diferente. Vamos perfectamente mal. ¿Qué tan mal vamos? Le comento.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, el monto pagado en 2019 por las personas mayores de 18 años que fueron víctimas de esta práctica al realizar pagos, trámites o solicitudes de servicios públicos ascendió a 12 mil 770 millones de pesos. Esto es, en promedio, tres mil 822 pesos por afectado, cuando en 2017 dicha cifra fue de dos mil 273 pesos.

Además, entre 2013 y 2019 la cifra de víctimas de corrupción aumentó de 12 a 16 por cada 100 habitantes. “La corrupción cobró más víctimas y golpeó en el bolsillo de la gente con un aumento de 68% en tres años”, de acuerdo con estadísticas del Inegi.

En México tenemos leyes, códigos, normas que tratan de combatir la corrupción en todos sus niveles. No nos hace falta cosa alguna, pero solo en apariencia pues calificamos muy mal ante los indicadores internacionales que comparan las naciones.

Los actos de corrupción han aumentado en 25 de los 32 estados de la república, siendo Durango, la Ciudad de México y el Estado de México los que tienen la mayor prevalencia de corrupción en el país para 2019.

Tenemos muchos discursos, muchas leyes, pero pobres resultados. ¿Por qué? Porque el combate a la corrupción no es solo cuestión de leyes que emanan del Legislativo. Es cuestión de cumplir con la ley. Eso es un deber, mismo que señala una ley cuyo origen no emana de los congresos estatales o del federal y que en los discursos oficiales que se pronuncian apenas se menciona: La Ley Moral.

Sea física, social o moral, toda ley es una orden, un comando. Se espera, se supone que se cumpla. Eso confirma un orden. Mismo que va en contra de la corrupción, la que genera desorden.

La corrupción se inicia a la primera acción de injusticia que el ser humano comete. Así, cuando se habla de corrupción, no solo se habla de delitos, se habla de injusticia. La que va desde pasarse un alto, fingir tener Covid para no ir a trabajar a la maquiladora y que le tengan que pagar el sueldo completo a la persona que mintió sobre su salud.

La injusticia, la corrupción incluye nombrar funcionarios a puestos de gobierno, sabiendo que no tienen la capacidad para desarrollar el puesto, pero son leales. También es un acto de corrupción el mentir deliberadamente en cuanto a las acciones que se deben tomar frente a una pandemia que ha provocado ya más de 122 mil muertos.

Eso no solo es demagogia, es una injusticia y un acto gigantesco y flagrante de la más vil y despreciable corrupción. Lo que no se mencionó en los discursos y en los datos del día 9 de diciembre, que es el Día Internacional del Combate a la Corrupción.

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