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Cataluña y España enfrentadas en las elecciones catalanas

Este 14 de febrero habrá elecciones al Parlamento de Cataluña. No son unas elecciones normales en un parlamento regional sino que son un capítulo más de la confrontación entre el movimiento independentista catalán y el Estado español. 

Las instituciones europeas confían en que el primer ministro socialista, Pedro Sánchez, desactive el movimiento independentista con algún tipo de negociación. El problema es que Sánchez tiene muy pocas ganas de negociar, primero, porque su partido se profundamente nacionalista español y, segundo, porque cualquier concesión en Cataluña sería utilizada contra él por parte de los partidos españoles ultranacionalistas de derechas. Sánchez necesitaría ser el partido más votado en las elecciones, para forzar un pacto que le permita expulsar los independentistas de las instituciones catalanas y dar por terminada la crisis. Si lo consigue podrá decir en Europa que el problema catalán se desinfla y que no hay que preocuparse. 

¿Las cosas irán como desea el primer ministro español? Después de tres años de represión implacable, el movimiento de base independentista continúa determinado y movilizado. Los independentistas catalanes ven estas elecciones como la oportunidad de demostrar que el problema catalán no ha desaparecido, ni desaparecerá, mientras no se escuchen sus reivindicaciones. 

Las encuestas dicen que hay un triple empate entre Junts, el partido independentista de Carles Puigdemont, ERC, también independentista, y el PSC, la rama catalana del partido socialista. Los partidos independentistas podrían repetir la mayoría absoluta y superar el 50% de los votos. Por lo tanto, parece descartado que el partido de Sánchez consiga suficientes escaños para formar un gobierno no independentista. 

Europa se ha inclinado, hasta ahora, por la no injerencia en el caso catalán, por temor a que despierte otros movimientos separatistas y para no enfadar a España. Pero si los independentistas consiguen una victoria rotunda el 14 de febrero, Europa tendrá que aceptar que el problema catalán no se solucionará mirando hacia otro lado.

Maria M. Garayoa

Barcelona